febrero 14, 2025

Aprendizaje: ¿qué es la memoria y cómo podemos activarla para aprender? | Materia gris | Ciencias

Aprendizaje: ¿qué es la memoria y cómo podemos activarla para aprender?  |  Materia gris |  Ciencias

La memoria es el registro que nuestras experiencias personales dejan en el cerebro. Algunos recuerdos pueden evocarse como recuerdos conscientes, mientras que otros permanecen ocultos para siempre, afectando nuestra mente y comportamiento sin que nos demos cuenta. En el cada vez más revolucionario mundo de la educación, la memoria suprema es la que resulta del aprendizaje premeditado y la enseñanza programada, por lo que no está de más analizar cómo el cerebro forma recuerdos coherentes y duraderos. La neurociencia reconoce tres tipos principales de memoria, implícita o habitual, explícita o declarativa, ejecutiva o de trabajo, cada una relacionada con estructuras cerebrales particulares y el resultado de diferentes formas de aprendizaje. Analicémoslos por separado.

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Para empezar, no solemos llamar memoria a lo que necesitamos para poder hablar, escribir, presionar un botón, nadar o conducir un automóvil, cuando resulta que no nacimos sabiendo cómo hacer estas cosas y tuvimos que hacerlo. apréndalos muchas veces con gran esfuerzo. Cuesta dinero, pero están ahí y nunca los olvidamos, porque son recuerdos implícitos, es decir, hábitos coherentes de los que depende gran parte de nuestra vida. Funcionan de forma automática e inconsciente y se forman principalmente en los circuitos neuronales de los voluminosos ganglios estriados dentro del cerebro.

Muchos hábitos, como atarse los zapatos o andar en bicicleta, son de movimiento, pero también tenemos hábitos mentales, como el que nos permite recordar la tabla de multiplicar, el lugar donde vivimos, las capitales de países y muchas formas. de razonamiento que la práctica y la experiencia se han implantado en nuestras neuronas sin que nos demos cuenta. Así, la obstinación en las posiciones personales o en las ideologías muchas veces puede relacionarse con formas habituales de pensar y razonar que, a fuerza de practicarlas, han acabado por esclavizarnos. Una de las grandes virtudes de la memoria implícita es su consistencia, porque solo por su forma invariable de caminar o moverse, sin mencionar el pensamiento, podemos reconocer a alguien, incluso sin verle la cara. Otra virtud de la memoria implícita es su resistencia a la neurodegeneración, ya que es la que más resiste en la vejez e incluso en la enfermedad.

Muchos hábitos, como atarse los zapatos o andar en bicicleta, son de movimiento, pero también tenemos hábitos mentales, como el que nos permite recordar la tabla de multiplicar.

La memoria explícita o declarativa es en cambio la que nos permite evocar verbalmente o por escrito todo tipo de conocimientos y experiencias personales. Cuando explicamos el origen del universo, la guerra de Vietnam o la literatura contemporánea, utilizamos la memoria explícita, al igual que cuando recordamos un viaje en particular o anécdotas del día de nuestra boda. La memoria explícita es, por tanto, una memoria semántica y autobiográfica, pero, a diferencia de la implícita, que es muy fiel, la memoria explícita es una memoria promiscua e inconsistente, ya que mezcla cosas que no coinciden y cambia con el tiempo, ya que casi nunca recuerda la pasado de la misma manera cada vez que lo explicamos. También es un recuerdo interesado, que se renueva cada vez que lo evocamos, incluyendo nuevos datos y sensaciones que pueden no ser parte de la situación original y que en ocasiones evocan más de lo que nos hubiera gustado que sucediera que de lo que realmente sucedió. Esa persona que un día apenas te echó un vistazo, con el tiempo puede que acabes recordándola como alguien que se enamoró de ti. La memoria explícita se forma inicialmente en el hipocampo, una estructura cerebral que pierde conexiones neuronales y volumen a lo largo de los años, y luego se debilita en los ancianos si no se usa y revisa con frecuencia. También sucede que si evocamos un recuerdo explícito muchas veces acaba volviéndose implícito, es decir, en hábitos que acabamos recitando, por así decirlo, de memoria.

Finalmente, la memoria ejecutiva o de trabajo es lo que usamos cuando tenemos información. en mente por unos momentos o segundos para pensarlo, razonarlo, evaluarlo o tomar decisiones. Es, por ejemplo, lo que usamos cuando almacenamos en mente las imágenes de un mono, una vaca y una abeja para responder a la pregunta de cuál de estos animales es el más grande, cuando imaginamos posibles movimientos sucesivos mientras jugamos al ajedrez o cuando mantenemos la cara de una persona que acabamos de ver para intentar recordar quien es y como se llama? Es, por tanto, un tipo de memoria transitoria que usamos continuamente en la vida cotidiana, estando estrechamente relacionada con la inteligencia analítica, ya que las personas más inteligentes tienen una mayor capacidad para retener números, nombres, ideas y todo tipo de información. en mente. La memoria de trabajo depende de la corteza prefrontal, la parte más evolucionada del cerebro humano, que actúa como conductor para dirigir nuestros pensamientos, razonamientos y decisiones.

Entonces, ¿cómo deberíamos aprender? Las propiedades de cada tipo de memoria y su anclaje cerebral nos marcan la pauta. Si lo que queremos es formar recuerdos implícitos, es decir hábitos, como aprender a escribir, un nuevo idioma, reglas ortográficas, clasificar información, regulaciones o leyes, rol en un juego o instrumento musical, la clave es repetir y repetir. La práctica se perfecciona y no tiene nada de malo, ya que es el cerebro el que la requiere y tener información bien registrada sobre procedimientos comunes promueve enormemente el razonamiento general. Siempre será mejor que la información relevante y de uso frecuente esté en nuestro cerebro que en accesorios externos, como un ordenador o internet, ya que la memoria implícita también actúa como un catalizador inmediato que favorece la formación de una explícita. Considere, por ejemplo, cómo la buena prosa facilita que las palabras u oraciones escritas suenen inmediatamente correctas o incorrectas. No es necesario indignar el llamado “memorizar”, lo que hay que saber es cuándo usarlo y cuándo no usarlo.

Pero si se trata de formar memorias explícitas, es decir, adquirir conocimientos semánticos, tal y como están contenidos en disciplinas literarias, sociales o científicas, la clave es relacionar y comparar conscientemente información diversa, analizar coincidencias y desacuerdos, contrastar teoría con hechos, resumir y evaluar los datos … Es decir, un tipo de trabajo activo desafiante, contrastante y en profundidad que requiere la adición de diferentes fuentes de información y que es lo que activa las neuronas del hipocampo necesarias para formar recuerdos explícitos o declarativos. El cerebro es fundamentalmente un órgano de la memoria, es decir, ha evolucionado como depósito de información de todo tipo sin la cual ni siquiera los organismos más básicos podrían sobrevivir. La memoria biológica es tan esencial como inevitable, pero como acabamos de ver, siempre es el resultado de un aprendizaje activo y un gran esfuerzo personal. Redescubrir lo mejor y saber utilizarlo debe ser un objetivo prioritario de cualquier sistema educativo de calidad.

Ignacio Morgado Bernal Es catedrático de psicobiología en el Instituto de Neurociencias y en la Facultad de Psicología de la Universitat Autònoma de Barcelona. Autor de «Aprender, recordar y olvidar: claves cerebrales de la memoria y la educación». Aries, 2014 y 2017.

Materia gris es un espacio que intenta explicar, de manera accesible, cómo el cerebro crea la mente y controla la conducta. Los sentidos, motivaciones y sentimientos, sueño, aprendizaje y memoria, lenguaje y conciencia, así como sus principales trastornos, serán analizados en la creencia de que saber cómo funcionan equivale a conocernos mejor a nosotros mismos y aumentar nuestro bienestar y relaciones. con otras personas.

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