abril 19, 2024

Cirlot, la crítica que unió a catalanes y madridistas | Babelia

Cirlot, la crítica que unió a catalanes y madridistas |  Babelia
Juan Eduardo Cirlot y Antoni Tàpies, en una imagen hacia 1960 de un autor anónimo. / CORTESÍA MANUEL GIMENO

Antes de convertirse en tarea de historiadores y luego caer en manos de profesores de estética y finalmente expertos en la promoción misma de lo que intentarían someter a escrutinio, la crítica de arte moderno pasó de Baudelaire a la cabeza de los poetas. Por supuesto, esto es muy fácil de caricaturizar, y con razón, dado el auténtico subgénero cañí que dio lugar al absurdo del lirismo en este campo. Pero en su versión seria obedecía a una lógica histórica. Las vanguardias habían borrado los perfiles profesionales – corporativos – que vinculaban a cada artista con su profesión, y un espíritu que invocaba idealmente la síntesis de las artes invitaba a pintores y músicos, escenógrafos y poetas a compartir proyectos comunes. En el prólogo un Arte del siglo XX, El gran poeta Juan Eduardo Cirlot (1916-1973) volvió a este horizonte en la década de 1970 para declararlo inalcanzable, a pesar de las mismas longitudes de onda en las que se vinculaban Alexander Scriabin y Kupka, o Breton y los pintores, como él pensaba surrealista. En un artículo publicado en La vanguardia De hecho, 10 años antes («Paralelo entre colores y sonidos») se había ocupado de la armonía entre Skrjabin y Mark Rothko, y se habría enfrentado a este tipo de comparaciones en muchas otras ocasiones.

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El linaje de poetas españoles con una comprensión global de la creación artística culmina en Cirlot. El año 1957, en el que se fundó Puesto de Artes, El eje de la revista en torno al que se recoge esta oportuna y fascinante exposición en el Centro Cultural Blanquerna de Madrid marca la fecha en la que Cirlot inicia la crítica con mayor determinación. Antes de eso, Cirlot el mago; Cirlot, el egipcio, como solía decir Carlos Barral, que, en sintonía con su cruzada poética realista, le dedica en sus memorias, y en el mejor de los casos, un sarcasmo condescendiente; Cirlot que a través de Joan Miró – tema de su primera monografía – asistió a los encuentros surrealistas en la Place Blanche que presidía André Breton, de los que partió en los años sesenta tras una inolvidable carta, en la que explicaba sus razones: «Creo en Dios y en poesía con métrica y rima «; Cirlot, inicialmente músico y musicólogo, se inició en el surrealismo en la Zaragoza de Alfonso Buñuel; el adepto de todo el esoterismo heterodoxo y el medievalismo; Cirlot el vehemente, ya había practicado la crítica como modalidad literaria dentro del grupo de artistas muy mágicos y neorrománticos que fundaron Dau al Set en 1948, y que luego la repudiaron.

Ahora la circunstancia artística era diferente. Michel Tapié había titulado Un artista de arte el libro de 1952 en el que da cuenta de las nuevas formas que, recogiendo influencias francesas (Dubuffet y Breton habían L’Art Brut), habría sido acuñado en España como «informal» (el término arte de relación También fue de Tapié), protegiendo la irrupción del movimiento artístico español con mayor proyección internacional hasta la fecha (no hasta entonces, pero hasta hoy). Es el momento de los éxitos españoles en Venecia o en São Paulo de la mano de otro hombre clave como Luis González Robles; el tiempo de exposición Nueva pintura y escultura española en el MoMA.

En este marco, el poeta Cirlot y la revista Puesto de Artes, promovidos en 1957 por el galerista barcelonés René Metras, jugaron un papel decisivo. Cirlot ejerció su crítica poética desde muchas publicaciones: Roles de Son Armadani, Destino, Documentos de arquitectura… Pero la relevancia de su trabajo en correo se debe, en gran parte, a las notas estilísticas dominantes en el arte de la época y a la forma en que las lee como signos fecundos de su poética. La materia y sus gemelos, su duración convertida en símbolo de la permanencia, su sufrimiento estático por las heridas de la existencia se prestaron como un guante a Cirlot para desatar la vocación trascendente bajo la cual significaba poesía y crítica, en su caso, inseparables.

Nadie ha escrito de Tàpies como Cirlot, el gran Tàpies de finales de los cincuenta, al que dedica dos libros y del que posteriormente recibe un desprecio estratégico. Nadie como Cirlot ha puesto en comunicación el arte de Madrid -firmó el manifiesto de El Paso: lo recuerda el comisario Joan Gil- con el de Barcelona, ​​el primero fascinado por el expresionismo norteamericano y el segundo más bien inspirado por el taquismo lírico con el que Tapie quería darle una respuesta. Nadie como Cirlot ha practicado la crítica como poesía en España. Edgar Allan Poe y la pintura informalista o El pensamiento y la pintura abstracta de Novalis son los títulos de dos artículos que demuestran ese entendimiento vanguardista y romántico. Tu trabajo en correo Hasta 1962, cuando la revista desapareció, fue frenética y representa en gran medida el testimonio de quienes creyeron ver, en las realizaciones del presente de su tiempo, tantos destellos de verdad metafísica.

Esa fue su poética, nihilista y católica, visionaria y apasionada. Esas, las dos mitades de su lágrima. Vemos las pinturas -serias, dramáticas, sufridas- de Millares, el joven Ràfols, el desaparecido August Puig, la ahora superviviente Nadia Werba, Romà Vallès … y esa radiación de fondo nos llega. Desde 1996, cuando, comisariado por Emmanuel Guigon y Enrique Granell (a quien se debe en gran medida el resurgimiento de su gran poesía), el IVAM acogió la exposición más importante dedicada a este Cirlot integral, las reediciones de sus obras han sido incesantes. Aun así, siempre se hablará de un procrastinador. Más que atribuible a algo o alguien, esto pertenece a décalage consustancial en el que alienta su poesía. La alteridad que preside esta exposición, además de una etiqueta estilística, es la figura de su personalidad creativa. Volver ahora y siempre a Cirlot es percibir -él mismo se representó así- su asimilación imposible a lo dado, a lo que históricamente existe en este lado de la vida.

‘Cirlot, Otro. Post of Arts (1957-1962) ‘. Centro Cultural Blanquerna. Madrid. Hasta el 23 de octubre

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