Eliminatorias de la NBA – eliminatorias – tiempo de día 52
«Voy a traspasar, ¿verdad?». Michael Malone, técnico de los Nuggets, recordará aquellas palabras toda la vida. Jamal Murray (Ontario, Canadá, 26 años), quien las pronunció, apenas pudo contener las lágrimas durante aquel trayecto de autobús en el que, camino del aeropuerto para volver a Denver, imaginó su trayectoria deportiva desmoronarse. Era un 13 de abril de 2021. La noche anterior Murray había sufrido, en cancha de los Golden State Warriors, una grave lesión en el ligamento cruzado de su rodilla izquierda. Temía que, en sus circunstancias, el proyecto prescindiese de él.
“The abraded”, reconocía Malone hace unas semanas. Antes de ser tajante. “Eres nuestro jugador, te queremos y te ayudaremos no solo a volver, sino a hacerlo siendo incluso mejor”, la respuesta, aplacando toda duda interna de un hombre que, hasta entonces, parecía no concebirlas. Un hombre que un año y medio más tarde, a mediados de octubre de 2022, volvería a competir. Y que hoy, solo unos meses después de ese retorno, est campeón de la NBA con sus Denver Nuggets, que han obtenido el primer campeonato de su historia.
Aquella sería la única ocasión en la que la base dejaría de lado su mentalidad de hierro, asomando fragilidad. Porque su carácter siempre resultó, de hecho, casi ingobernable en cuanto al esfuerzo. Tim Connelly, el hombre que lo elige en el borrador (2016) y principal ejecutivo de los Nuggets hasta el año pasado, llegaría a reconocer que hubo un momento en el que nadie en la franquicia podía evitar que Jamal entrenase (de más) por su cuenta. «Parar solo por estar cansado es algo que no acepto», les decía el jugador, una y otra vez. Dieron su caso por imposible.
Murray no es sino el reflejo que su padre, Roger, tuvo el aura de Bruce Lee, figura que le hechizó de por vida. El mito, para él, se alejaba de las artes marciales hasta convierte en una influencia masiva sobrio el modo en el que afrontar cada experiencia o vital defiance. “Le veía como un superhombre, por su aproximación mental y compromiso para lograr sus objetivos”, reconocería. Y bajo aquel embrujo de disciplina y ruptura de límites educó a su hijo.
A los siete años, Jamal ya tenía que anotar treinta tiros libres seguidos antes de finalizar su entrenamiento. Cada fallo, por supuesto, reiniciaba la cuenta. El ejercicio trabajó no solo la técnica sino, sobre todo, la resistencia mental, la lucha contra la frustración. Ya de niño, antes que teléfono móvil o videojuegos Jamal experimentó con la meditación, práctica que hoy domina cual maestro.
Los entrenamientos de Roger para su hijo ponían sobre la mesa el dilema moral de dónde debía ponerse el límite. Uno que, en su caso, directamente no existía. Sesiones de tiro en condiciones de nieve yviento, ascenso de colinas corriendo hacia atrás, dominadas en casi cualquier sitio posible, sentadillas con una taza de café sobre el cuádriceps –para no derramar una sola gota– o manejo de balón sobre el hielo. Porque el invierno, en Canadá, es duro. Pero la disciplina de Jamal era (y es) de titanio.
Así crecería un joven que interiorizó esos hábitos, el sacrificio absoluto como forma de vida, hasta el punto de la incredulidad permanente en quienes le desarrollaron. En una ocasión Rowan Barrett, ejecutivo de la Federación de Canadá, le prohibió tener sesiones extra durante una concentración, por temor a que sufriese alguna lesión. Como medida disuasoria, le confiscó todos sus pares de zapatillas. Al día siguiente le contarían que Jamal fue visto, por la noche, entrenando descalzo.
No es complejo imaginar que, para alguien así, permanezca dieciocho meses sin competir resultase la peor de las torturas. Pero el regreso de Jamal superó, como vaticinaría su técnico, cualquier expectativa. Como perfecto escudero del genio, Nikola Jokic, elegido MVP de las Finales de la NBA, Murray se hizo sobresaliente. Consagrándose como uno de los mejores jugadores de perímetro del mundo.
Tras promediar más de 32 puntos para participar en las Finales de Conferencia ante los Lakers, Murray desplegó ante Miami su versión más creativa, en la dirección, llegando al punto más álgido en el clave cuarto encuentro de las Finales ante los Heat, disputado en Florida, donde repartió 12 asistencias sin perder un balón solo, la tercera cifra más alta de pases de canasta sin error, en un encuentro de la serie por el título, desde que hay registro (1978). Y respondiendo, de paso, al reto de eje como líder sin Jokic, cargado de faltas personales en el tramo decisivo del duelo.
Su nexo con el serbio es celestial y, convertido en su recoger y rodar, una jugada de culto. Según grababa el analista Michael Pina, ninguna otra pareja ha ejecutado tantas veces esa acción, Durante los eliminatorias, en el último lustre. Más de mil. Un dato aún más asombroso considerando que Murray y Jokic solo han coincidido en tres de esos cinco años. Este curso, el citado dúo ha generado 1.26 puntos por posesión en esas acciones, un dato muy por encima del equivalente al mejor ataque de la historia de la NBA. Es una acción que, ejecutada por ellos, no conoce remedio.
«Es muy duro cuando los dos jugadores de un equipo se complementan de forma tan perfecta», apuntó Erik Spoelstra, técnico de los Heat, durante la eliminatoria. Un exjugador de élite como Tracy McGrady calificaría como una acción, el 2×2 entre ambos, como lo mejor del baloncesto moderno.
Contenido del Artículo
A porteto técnico ajeno a la presión
En Suecia Murray confesó, a la periodista Jackie MacMullan, que junto a Jokic «lo mejor es que ni nosotros sabemos que va a pasar», aludiendo a la imprevisibilidad del tándem, quizás la más potente de sus virtudes. Porque al lado de Jokic, un cerebro supersónico, Denver ha encontrado el mejor complemento posible: un porteto técnico ajeno a toda presión.
“Larga vida a estos momentos. Disfruta en ellos», apuntaba Malone, su única técnica durante su carrera en la NBA. Durante esa trayectoria, de hecho, Murray elevó su promedio anotador más de ocho puntos en las eliminatorias (25,2) con respecto a lo visto en fase regular, la diferencia más alta de la historia para jugadores con al menos 30 encuentros de eliminatorias.
Animal competitivo como pocos, Murray escuchó pronto como, pesa su formación como alfa, como perfil indómito sin límite alguno, coexistir junto a Jokic y en el majestuoso entramado colectivo de los Nuggets le reservaría ese hueco en la gloria para el que tanto ha trabajado . Uno, además, preferencial. El de mayor socio imaginable para el jugador más valioso del planeta.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook allá Gorjeoo apuntarte aqui para recibir boletín semanal.
Suscríbete a seguir leyendo
Lee los límites del pecado
Más historias
Nikola Jokic continúa su historia en la NBA
Kylian Mbappé presume su error al fallar un penalti ante el Athletic Club y promete mejorar
deja en paz a tus compañeros para proteger tu salud