
Detrás de los ciclistas atónitos en el pórtico neoclásico de la catedral gótica, dos santos sobre lienzo. Uno ofrece las llaves del cielo; el otro, tal es la Iglesia, empuña una espada. O triunfo o muerte. O pelea o adiós. En ese ambiente, sin duda, Primoz Roglic es un campeón, el guerrero que conquista el cielo. Para él las llaves y la espada. Para el campeón olímpico que nunca falla en España, el maillot rojo y la lucha en un prólogo de la Vuelta que repasa, y ha pasado casi una década desde que aparecieron para la carrera las camisetas naranjas de la marca Euskaltel Euskadi. Mikel Landa los ve, y su alma salta de alegría, su corazón, que, dice, ha sido y será siempre naranja.
Las vallas publicitarias, muchas, ensucian las piedras; la música estridente y los silencios atronadores, siempre silenciados, la música de Antonio José, el recuerdo del músico de 27 años asesinado en el 36, como toda la cultura, tan joven, de 32 años, y arrojado a una fosa común en Estépar, Solo quedó en una placa en la casa estrecha donde vivía, en via Sombrerería, a tiro de piedra de la catedral invadida por ciclistas que, como Egan Bernal o Enric Mas, sufren en el campo de ruedas lenticulares, cabras, vatios a gogó cuesta arriba. al castillo y adrenalina en la bajada, y sueñan con la montaña. Cuantos más patines suben (8m 50s), Egan baja con cautela (8m 59s). Nadie consigue acercarse a Alex Aranburu (8m 38s), el guipuzcoano que baja como ningún otro y a media tarde tiene que sentarse en la trona de los mejores, y allí resiste hasta la última salida, el campeador de Roglic. (8m 32s). ), a 50 la hora, que lo desaloja y comienza la Vuelta a España el día 21 como terminó la del día 20, en rojo.
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Landa, cara más afilada que nunca, no más mejillas, perfil aquilino, quizás porque estaba tan cómodo calentando a la sombra en un chaleco hinchable conectado a un generador de aire frío, está tan fresco, y todos se sienten muriendo en Burgos devastado Dos en un Ola de calor africana, 37 grados en la meseta, llega rápido a la catedral, se detiene en la rampa solo 3 segundos antes de la hora señalada, las 6:24 pm, y un perro la cruza desafiante. Conduce con prudencia (9 m 11 s, 39 s detrás de Roglic en 7,1 km). Su día será otro.
El obispo de Burgos, nieto de Gabica, les da su bendición y sonríe feliz.
El ciclista murgia corre por Bahréin, pero su equipo es el de los maillots naranjas, porque por algo resucitó la fundación que lo apoya en 2018, y la presidió hasta hace unos meses, hasta que la Unión Ciclista Internacional (UCI) advirtió le dijo que no estaba bien correr para un equipo y, al mismo tiempo, organizar otro con el que pudiera coincidir en una carrera. Como hacen ahora en la Vuelta del regreso del equipo en el que Landa empezó a ser ciclista, primero en el ramal, el Orbea, desde los 19 años, y luego con los grandes, con el maillot que hizo grande la primera década. del siglo Laiseka, Mayo, Haimar Zubeldia, Samuel Sánchez, Igor Antón, Amets Txurruka y los Pirineos se tiñeron de naranja cuando el Tour pasó a Tourmalet o Luz Ardiden.
Landa se incorporó al primer equipo en 2011, con el último gran lote producido por el País Vasco, el de su amigo Pello Bilbao, los hermanos Izagirre y Jonathan Castroviejo. En 2013, cuando la generación Landa ya comenzaba a florecer con fuerza, el presidente del equipo, Miguel Madariaga, se vio obligado a cerrar. No había ingresos suficientes para que el equipo de profesionales siguiera trabajando, explica Madariaga, responsable de la Fundación Euskadi, la organización que se creó en 1993 con la aportación de más de 5.000 miembros y la ayuda de varios organismos públicos y de la que el equipo nació.
Las naranjas desaparecieron del grupo en 2014. Los ciclistas triunfaron en los equipos que los contrataron, Sky, Movistar, Astana, Bahréin, pero Landa, un emigrante a su pesar, siempre sintió un pellizco en el ánimo, una llama anaranjada que fue Reavivó, e hizo un tremendo incendio, una llamada de Madariaga en el otoño de 2017: Mikel, el viejo presidente le dijo, ven y salva la Fundación. Landa se arremangó, consiguió el apoyo de Orbea y Etxeondo, sacó dinero de su propio bolsillo y la Fundación siguió adelante. Y un equipo ciclista para el grupo profesional. En 2018 y 2019, en la categoría continental, la tercera división. En 2020 el gran salto adelante. Vuelve Euskaltel, la compañía telefónica vasca. En la dirección y dirección, junto a Jesús Ezkurdia, el gerente de Landa, trabajan ex jinetes de la antigua Euskaltel: Aitor Galdos, Jorge Azanza o Iñaki Isasi. Todo tiene sentido de continuidad. El equipo asciende a segunda. Arriba, solo el ProTour. Ya tienes el nivel para ser invitado a los grandes. La Vuelta del 21 es el primer paso. La Vuelta 23, que dejará Bilbao, el próximo objetivo. Es un requisito marcado por los corredores de la edad de oro, que haya más corredores de la cantera vasca, tan prolífica. Porque, dicen, en los ocho de la Vuelta solo hay cuatro vascos, un murciano, un valenciano y dos veteranos andaluces, Juan José Lobato, de Trebujena, que en cualquier caso dejó el viejo Euskaltel, y Luis Ángel Maté, de Marbella. , que al fin y al cabo es la imagen de marca de Orbea, la marca de bicicletas.
El murciano Soto es el mejor del conjunto burgalés, a 29 segundos de Roglic.
Sin poder ser presidente, Landa sigue atrasado, devolviendo, sintiendo, lo que el equipo le ha dado, y siempre repitiendo que en caso de necesidad siempre estará ahí para llegar a fin de mes.
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