
Geometría, bellas artes y política confluyen en la cartografía. Desafortunadamente, este no es un encuentro virtuoso, sino una reunión de tramposos: algunos intereses se disfrazan de otros para hacer pasar la belleza por la verdad, los interesados en lo real. «Si un cartógrafo te dice que es neutral, desconfía de él», escribe Juan Mayorga en El cartógrafo. “Si te dice que es neutral, sabes de qué lado está. Un mapa siempre se alinea. (…) Mapas que exhiben para asustar y mapas secretos que nunca se muestran. Nuevos mapas llenos de delirios y mapas antiguos que usarán para llamar a la guerra. ¡Cuántos desastres han comenzado en un mapa! Tiempos hermosos para el cartógrafo, tiempos difíciles para la humanidad ”.
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Son muchos los mapas que encontramos en la exposición que, hasta el 12 de septiembre, el IVAM dedica a Mona Hatoum (Beirut, 69) con motivo del Premio Julio González, premio bienal que concede la Generalitat Valenciana. A través de ellos, el artista revela su preocupación por los problemas fronterizos, los conflictos armados, la gravosa vigencia del eurocentrismo o las previsibles calamidades que nos traerá el cambio climático. Se trata de obras formalizadas con gran eficacia comunicativa, de modo que el espectador recibe el mensaje (al menos en parte) de una forma muy directa: un planisferio compuesto por mármoles de vidrio transparentes, que cualquier descuido podría dispersar por la sala; un mapa hecho de jabones que se descascaran fácilmente si entran en contacto con algo húmedo; otro, no tejido en una alfombra, cuyos hilos han sido cuidadosamente arrancados para dibujar el vacío de los continentes …
El artista revela su preocupación por los problemas fronterizos y las calamidades del cambio climático
Estos intentos de debilitar el mapa del mundo nos recuerdan constantemente una verdad esencial: que todos los mapas son falsos y que el mundo no es como nos han enseñado. En otras palabras, que esta abstracción de los contornos de la tierra y los océanos y estos pictogramas que significan «frontera», «cordillera» o «río» son meros trucos para definir la realidad de la manera que encaje con el poder hegemónico de cada momento. Las cosas existen mientras tengan un nombre y esto también afecta la forma del planeta y los límites de las naciones.
Una instalación sonora y alegórica abre la exposición, Búnker (2011) que se compone de varios montones de tubos de acero que se unen para formar una silueta urbana. El material fue atacado con una violencia capaz de abollarlo y perforarlo, por lo que el visitante tiene la impresión de moverse entre los edificios ennegrecidos de una ciudad bombardeada y sitiada. Esta desagradable habitación da paso a una espaciosa estancia, acristalada por uno de sus lados, en la que las piezas producidas en las dos últimas décadas se distribuyen holgadamente y conviven, pobremente, con el feo suelo marrón que tiene el centro de Valencia.
Las obras con referencias cartográficas ya mencionadas, el grueso del resto juega con la disonancia que se produce entre los objetos que representan y los materiales que los componen. Por ejemplo en Paraíso interior (2008), encontramos una cama cuya red está hecha de alambre de púas. Algo parecido ocurre en Naturaleza muerta (botiquín) (2012), en el que un gabinete médico exhibe granadas de mano de cristal de Murano, o en Pantalla sí Sofa cama, ambos desde 2008, donde estos artículos del hogar toman la forma de ralladores de cocina. Un parapeto que ataca, un lugar de descanso que te destruye.

El problema con las obras de Mona Hatoum es que, aunque pueden ser hermosas, como el cubo flotante de alambre de púas, Impenetrable, 2009, son inofensivos. Se espera que un trabajo que surja de tales enfoques «políticos» dé un paso más allá de la mera retórica. Evidentemente todo arte es, de hecho, político, quien se define así está acostumbrado a disparar contra conflictos muy complejos, utilizando la pólvora húmeda de que disponen las artes. No conozco ninguna pintura que haya derrocado una tiranía, ni ninguna sinfonía que haya mejorado la vida de los oprimidos. Un globo de acero y brillantes luces de neón rojas. (Punto de acceso, 2013) parecerá, en el mejor de los casos, masivo o ingenioso, pero su capacidad para interferir en el curso de la historia termina ahí. En definitiva, la obra del artista está plagada de inquietudes admirables y pertinentes y casi siempre de formalizaciones inteligentes, pero nada más. La pieza Sigues aquí (2013), un espejo en el que “AÚN ESTÁS AQUÍ” ha sido grabado con láser y colgado a la altura de los ojos para que el espectador pueda ver su reflejo con el texto sobreimpreso, es un claro ejemplo de ello. No aporta nueva información (normalmente uno ya sabe que está a punto de morir), ni le quita una gota de angustia a la muerte.
Recuerdo que Ángel González respondió una vez que no le interesaba el arte de la “denuncia” porque recordaba a los marginados de la tierra una opresión que ya conocían, privándolos de algunas obras que podrían servirles de algún beneficio espiritual. Me gustaría adherirme a esta opinión. Aquellos que realmente quieran cambiar el estado de cosas seguramente tendrán herramientas mucho más adecuadas que las que brindan las prácticas artísticas. Más aún cuando el destino natural de estas obras es el suelo de un museo, las paredes de una galería o la habitación de un coleccionista. Me temo que en ninguno de estos lugares habrá el polvorín donde estallará la próxima revolución.
«Mona Hatoum». IVAM. Valenzano. Hasta el 12 de septiembre.
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