

Ok, esto es serio. Te digo.
Ayer pasé todo el día con Maribel. Estuvimos en fiestas de la ciudad, comimos y paseamos, hasta que oscureció. Llegamos a casa muy cansados. Maribel se acostó después de cenar y yo me quedé un rato en el jardín. Era una de esas noches en las que las estrellas parecen enormes, así que me levanté a caminar antes de acostarme. Nada más salir del jardín, vi algo en el suelo: era el colgante que Maribel le regaló a Mario. Él estaba ahí, tirado en medio de la calle, justo donde saludé a Alicia y Maite mientras Mario dormía. Debió haberlo dejado caer en ese momento, así que lo tomé y, aunque pensé que probablemente se habían ido, fui a su casa en caso de que no lo hicieran, para devolvérselo.
No había nadie, por supuesto, pero había en el camino. Lo vi cuando me di la vuelta para volver a la casa de Maribel. Era un hombre encapuchado. Estaba parado en medio de la calle, muy quieto. Llevaba guantes y una máscara alienígena, como las que vendían en la ciudad el viernes. Fue un poco aterrador, de verdad, así que con voz temblorosa dije:
«¿L-listo?»
Y luego corrió hacia mí. Seriamente. Estaba atascado sin saber qué hacer, y cuando logré reaccionar, él ya estaba encima de mí, agarrándome por los hombros y empujándome contra la pared de la casa. Traté de gritar, pero tan pronto como abrí la boca, la cubrió con una mano para hablar.
«¡¡Dámelo !!»
Dicho eso. Dámelo. Lo gritó hasta tres veces, una más agresiva que la otra y apretándome fuerte, hasta que me dolió mucho. Me puse muy nervioso. No sabía lo que quería. ¿Mi billetera? No lo estaba usando. Mi corazón latía a mil por hora. Traté de darle una patada, pero todo lo que pude hacer fue tropezar y caer, y antes de que volviera a abalanzarse sobre mí, me arrastré y rodé montaña abajo hasta la casa de Maribel.
Estoy bien, no te preocupes. Con rasguños en brazos y piernas y un hematoma en una rodilla, pero bien. Al menos físicamente. Todavía estoy angustiado en espíritu. En cuanto llegué a la casa de Maribel, me encerré allí, la desperté y llamamos a la policía, que vino enseguida, y en ese momento lo pensé. Dámelo. ¿Se refería al cuaderno de Francisco? ¿Fue él quien vino a buscarla?
De todos modos, preferí no tenerlo más conmigo, así que se lo di a la policía. Luego me dijeron que registrarán bien toda la zona y me pidieron que tuviera mucho cuidado, pero no será necesario.
Decidí que me marcho mañana.
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