El piloto de acrobacias a 10 metros de la meta | España

El piloto de acrobacias a 10 metros de la meta |  España

La Manga del Mar Menor (Murcia). 26 de agosto de 2019. 09:07 a.m. El comandante Francisco Marín Núñez, de 43 años, despega de la Base Aérea de San Javier a bordo de un caza C-101 para un vuelo de entrenamiento. Las condiciones meteorológicas son buenas, a pesar de la presencia de nubes a una altitud de 548,6 metros, aptas para vuelos visuales.

Marín es un piloto experimentado: instructor de la Academia General del Aire, con 3.304 horas de vuelo a sus espaldas, 1.442 en la C-101. Se trata del aparato de la Patrulla Águila, unidad de exhibición de la Fuerza Aérea, de la que formó parte hasta el año anterior, ocupando el cargo de Solo, el que realiza las acrobacias más arriesgadas. Su avión es flexible pero ya viejo: entró en servicio en 1980, cuando solo tenía cuatro años.

Mirlo 31 (aeronáutico indicativo de su vuelo) realiza tres circuitos visuales en la base antes de dirigirse a las 9.25 a una zona restringida del espacio aéreo frente a La Manga, entre Cabo de Palos e Isla Grosa. Marín vuela solo en el avión, aunque es un biplaza, y ningún otro avión lo acompaña.

Una vez en el sector asignado, realiza diversas acrobacias, maniobras con cambios bruscos de velocidad y altura. Los madrugadores ven el inesperado espectáculo desde la playa. Dos de ellos lo registran con sus teléfonos celulares.

A las 9.38 el avión realiza un picado vertical y, en el último momento, comienza la remontada. Demasiado tarde. El dispositivo golpea el agua brutalmente. Se están acumulando llamadas al número de emergencia 112. Algunos piensan que vieron al piloto expulsado y Defensa sugiere que logró escapar, pero los buzos finalmente podrán recuperar su cuerpo del fondo marino, con la ayuda del buque de la Armada. Neptuno.

La CITAAM (Comisión de Investigaciones Técnicas sobre Accidentes de Aeronaves Militares), dependiente del Ministerio de Defensa, concluye que el piloto no pudo lanzarse (en paracaídas). Para ello tendría que interrumpir la maniobra con la que intentaba evitar la colisión; «Es físicamente imposible operar el anillo de lanzamiento sin soltar la palanca de vuelo».

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El modelo dañado no tiene registrador de vuelo (caja negra) por lo que no se han conservado los parámetros de vuelo. En las comunicaciones que mantuvo con la torre de control, el piloto no reportó fallas ni problemas a bordo.

A falta de caja negra, CITAAM se basó en el análisis fotogramétrico de los videos grabados por los testigos. Según sus conclusiones, el comandante «disponía de poco más de cuatro segundos desde el inicio de la recopilación [de la caída en picado] para evitar el impacto «. El piloto, añade, «era consciente de la proximidad» del agua, ya que realizó «una maniobra muy agresiva» para intentar recuperar el dispositivo. Pero le faltaba espacio. Cuando comienza la maniobra para volver a la horizontal, mide 1.400 pies (426,7 metros) de altura. «Para haber realizado una maniobra de cosecha segura, habría tenido que comenzar al menos 2,000 pies (609.6)», según CITAAM. Casi lo consigue: en el momento del impacto, el dispositivo está en posición horizontal y con un paso positivo (nariz hacia arriba). Si escuchó el informe, tenía 182,9 metros de profundidad.

María José Núñez, madre del comandante Marín, no comparte esta estimación. Esta doctora en física jubilada revisó los cálculos del CITAAM, con la ayuda de sus compañeros, y encontró tantos errores que habría suspendido a sus autores si se presentaran al examen en la Universidad de Murcia, donde impartía clases. Con base en los gráficos del informe, concluye que su hijo «habría revertido la caída y recuperado la pérdida [del avión] en menos de un segundo, si hubiera tenido una altitud extra de sólo 35 pies. ”Estaba a 10,6 metros de distancia para escapar.

La pregunta es por qué un conductor experimentado cometió un error de cálculo fatal. Según el informe oficial, podría deberse, «con una alta probabilidad, a una falta momentánea de conciencia situacional, debido a la presencia de nubes en la zona». En apoyo de su tesis, señala que, durante la inmersión, el capitán corrigió la trayectoria lateral, para alinear con una referencia visual, la costa, y solo después de obtenerla, a los dos segundos, tiró por completo del ascensor. Es decir, el comandante se desorientó.

CITAAM no explica por qué. Solo verifica que la autopsia y los análisis toxicológicos no revelen la presencia de ningún problema médico o sustancia tóxica y se excluye que haya sufrido un desmayo, ya que nunca ha perdido el control del dispositivo.

¿Por lo tanto? El informe oficial reconoce que «el altímetro de cabina delantero y trasero no marcaba la misma marca numérica», pero minimiza este hecho, argumentando que la marcación de ambos es independiente. Después de probar en un taller especializado, CITAAM concluyó que no se había obtenido evidencia de que el altímetro delantero (el único que el piloto podía ver) estuviera defectuoso, ni que fuera posible determinar qué altitud marcaba cada uno en el momento del ‘accidente’.

En contraste, la madre de Marín asegura que el altímetro trasero funcionó correctamente, según sus parámetros, mientras que el delantero exhibió un error de más de 30,5 metros, suficiente para evitar la colisión. En su opinión, «el mal funcionamiento del altímetro es la causa más probable del accidente». Hasta que descendió por debajo de las nubes y vio la costa, ese instrumento era la única referencia que tenía el comandante Marín para saber a qué altura estaba el agua.

De los informes recibidos por el juzgado, la fiscalía deduce que no se ha respetado el plan de mantenimiento de la aeronave, que obliga a lavar las tuberías con aire cada 300 horas y luego comprobar el funcionamiento de altímetros, variómetros y anemómetros. Javier Martínez, abogado de la familia, denuncia la falta de colaboración de la Fuerza Aérea, que retrasa la entrega de la documentación solicitada, envía otra diferente a la solicitada o la presenta al final incompleta. Por el contrario, un portavoz de la Fuerza Aérea asegura que «todas las solicitudes de la Corte han sido atendidas con prontitud».

Aproximadamente dos años después de la muerte de su hijo, María José Núñez solo pide una cosa: «Que se haga una investigación seria y rigurosa sobre lo sucedido y que no intentemos encubrir con un trabajo fallido».

Por: Agustín Oquendo

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