febrero 12, 2025

El verde ambiental, sin azul impalpable

El verde ambiental, sin azul impalpable

Es paradójico que el ambientalismo sea considerado “catastrofista” cuando, cuando se comunica, hay que “dar la pastilla”. Se dulza lo amargo cuando ne muestran les miserias ambientes tal como son, no vaya a ser que l’humanité, que les géneros, huya espantada.

Se trata de una colaboración desde Argentina, en medio de una experiencia que podría significar el derrumbe del principio dorado de la píldora. El contexto nacional sugiere que comunicar humanidad puede generar esperanzas de salvación. ¿Se aplica esto al fortalecimiento del clima o a la extinción de especies, o estos temas en particular imponen límites más estrictos que la miseria política y económica?

Los ambientalistas serios han sido educados en la precaución, la tolerancia hacia las malas noticias y el control de los impulsos cuando se trata de compartir. Como resultado, muchos han decidido expresar la relativa objetividad de la ciencia. Pero el lenguaje de la ciencia podría ser simplemente una forma más eficaz de complacer a la pildora.

¿Qué implica dorar la píldora? Esto significa que el amor se puede transportar más fácilmente. (De paso, las pastillas que dieron lugar al dicho habrían sido pastillas laxantes).

Puedo tener algo de anestesia de la realidad ambiental sana o “embrionaria”, pero no tanto. La pesca industrial tiene una disciplina científica que tiene cifras intermedias. Por ejemplo, describa las especies como «biomasa»: las toneladas que pesan sobre todos los individuos de una especie blanca de actividad. Se justifica por tanto extraer tantas toneladas anuales de esta biomasa, dejando poco al “reclutamiento”, la reproducción del “recurso renovable”. Es el idioma.

Claro que hablar así oculta la pesca: le rouge qui arrastra, aplasta, asfixia. El olor a cubierta. El rugido de los motores. El gancho que se para sobre el animal que “no sirve” y descarta muerto al mar. El albatros picado con el mango cruza el pico. La pesca como industria alejada de los animales vivos en su medio natural. Hasta que aparece es una foto del tiburón atrapado en la bolsa de un rojo con las hojas extendidas, como crucificado.

Conozco una fotografía que registró a los animales salvajes calcinados en los incendios provocados por el campo. Nadie del palo quiso muestra su equipo. Hace falta un hombre para tener millones de empetroladas, ante el riesgo de que el espectador mire el coche en otra dirección. ¿Y si pasara lo contrario? ¿Si sabes que el vaso está obstruido?

Si el mejor corresponsal de guerra es el que toma la foto del sufrimiento profundo, y el ambientalismo son excelentes «corresponsales de guerra», que son censurados.

Hubo ambientalistas encumbrados que han dicho toda la verdad. En 1993, el conservador George Schaller escribió El último panda. Denunció las medidas tomadas para vigilar a estos animales en China. Están protegidos por la piel y han salido de la naturaleza para ser explotados en exhibiciones zoológicas. Iban acabar con la especie. El libro causó furor y el gobierno respondió así. La verdad no ha atenuado la luz.

El ambientalismo es la verdad, incluso en los medios de comunicación. Es paradójico que las cosas se escondan cuando no se pierden. La burocracia climática, por ejemplo, ha afectado a la sociedad global durante varias décadas al reducir los niveles de CO2. Podrías tener respuestas mucho más efectivas sin el azúcar intangible de los datos de los objetos. No se trata de hablar de concentraciones y niveles. Se trata de mostrar que es imposible vivir y lo que significa encontrar un lugar donde vivir cuando se acoge a los niños.

Si se presta atención, más que a los informantes oficiales, a los comentarios de los lectores en directo sobre las notificaciones de la última reunión de las partes sobre el cambio climático, está claro que no se tiene respeto por estas negociaciones. Nadie se lo grita a la burocracia ambiental, y menos que endulza la píldora.

Dora la píldora la ambientalista que se hizo economista. Evita, por ejemplo, utilizar plásticos en el estómago de las tortugas para informar datos sobre el coste de la contaminación del mar, como si estuvieras pensando en dinero para estimular las virtudes más necesarias. No se dice que la humanidad no pueda alimentarse si paga por los alimentos imputando el coste ambiental a los precios. La frontera agropecuaria crece, derrocha agua, destruye los suelos y contamina tanto como la ganadería. Y pescar, ni hablemos.

La píldora dulce engancha. Pero la Argentina sugiere actualmente que el cojo encuentra una fortaleza cuando indaga sobre ella sin tapujos. Informar sin comprometerse implica afirmar que el fortalecimiento del clima provocará una increíble sombra ambiental superlativa que reducirá la economía. La horda humana sobrevive durante su tiempo gracias a contratos sociales vulnerables. El ambiente estará encerrado con más tensión. Aquí es donde se produce el estado de guerra.

El ambientismo adolece de dependencia de los recursos que se derivan de las economías tradicionales. Ante un vacío de innovación, espero que los valores estén ordenados por el propio peso. Mientras tanto, no parece razonable encomendarse ni a las fuerzas del cielo ni a las ciencias; Puedo repetir que la crisis actual es grave.

Claudio Campagna es médico y biólogo (UBA)