Jartum está sitiado por sus propias fuerzas armadas. Desde el sábado 15 de abril, los enfrentamientos por el control de la capital no han dejado de sacudir paredes y ventanas. El ejército regular dirigido por el general Abdel Fattah Abdelrahman Al-Bourhane y los paramilitares de las Rapid Support Forces (FSR) del general Mohammed Hamdan Daglo conocidos como “Hemetti” continúan despedazándose por el poder, en medio de la población civil.
El lunes 17 de abril la situación seguía tan incierta como siempre, sin que fuera posible determinar el verdadero equilibrio de poder en las calles. El general Al-Bourhane ordenó la disolución de la FSR, ahora ordenada como rebelión armada. Por su parte, el general Hemetti, hablando en inglés en Twitter, llamó a la comunidad internacional a apoyarlo frente a su rival, a quien describe como un “islamista radical que bombardea civiles desde el aire”.
Los dos generales continúan ignorando los múltiples llamados a un alto el fuego provenientes de las Naciones Unidas, la Unión Africana, Washington, Londres, pero también de El Cairo, que, al apoyar a Al-Bourhane, juega un papel crucial en este conflicto. A medida que las fuerzas rivales enviaron refuerzos adicionales a Jartum, el conflicto se estancó. Mientras tanto, la situación humanitaria en la capital se deteriora día a día.
“Nos racionamos”
Siete millones de personas son rehenes de los combates. Los puentes sobre el Nilo están cerrados. Abandonando apresuradamente sus hogares, muchos residentes del centro empacaron sus maletas e intentaron reunirse con familiares en vecindarios más tranquilos. Un éxodo prestado, a cuentagotas, que requiere rodeos, zigzagueando entre grupos de milicianos repartidos por todos los barrios. Algunos de estos «desplazados urbanos» llevan una pelota en la cabeza, caminan a la intemperie al costado de caminos arenosos, desafiando el intercambio de disparos y exponiéndose a las balas perdidas. Otros siguen atrapados en el corazón de una zona de guerra, como los sesenta estudiantes de la Universidad de Jartum y sus profesores, que se han refugiado en la biblioteca.
Los más afortunados pudieron salir de la capital tomando la carretera a Wad Madani, ubicada a tres horas en auto, al sureste, a lo largo del Nilo, donde se reportaron pocas peleas. Para los que quedan, todos han establecido una rutina de supervivencia. » Con toda seguridad. Pudimos llenar bidones de agua en la calle durante una pausa, prestamos atención a las cantidades de alimentos que consumimos”dice un psicólogo, confinado en Bahri, un distrito al este del Nilo Azul, con su esposa e hijos.
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