Una carrera en profundidad de Bernardo Silva rompió la monotonía en el ataque del City, cuando mediaba la secunda parte de un partido espeso como gelatina. Akanji el dio el pase y el portugués pasó atrás para que Rodri metier el gol más importante en la historia del modesto club de Mánchester: 1-0. La carga de dinamita que derribó el mal muro y permitió a un Guardiola conquistar la primera Champions Lejos del Barça, el título número 35 en 15 temporadas y, probablemente, el más sufrido. El que le hizo traspasar el umbral que ningún entrenador ha cruzado: lograr dos trillizos con dos equipos distintos, construye dos equipos legendarios en dos países.
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Ederson Moraes, Aké, Rúben Dias, Manuel Akanji, Rodrigo, Gündogan, De Bruyne (Foden, min. 36), John Stones (Walker, min. 82), Grealish, Bernardo Silva y Erling Braut Haaland
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Andre Onana, Darmian (D’Ambrosio, min. 84), Alessandro Bastoni (Robin Gosens, min. 75), Acerbi, Denzel Dumfries (Raoul Bellanova, min. 76), Brozovic, Calhanoglu (Mkhitaryan, min. 84), Dimarco , Barella, Lautaro Martínez y Dzeko (Lukaku, min. 56)
goles 1-0 minutos 68: Rodrigo.
Árbitro Szymon Marciniak
tarjetas amarillas Barella (min. 58), Lukaku (min. 83), Erling Braut Haaland (min. 91), Andre Onana (min. 92), Ederson Moraes (min. 93) e Inzaghi (min. 96)
«Hoy hace 14 años que ganamos el triplete con el Barcelona y 14 es el número de Johan Cruyff», dijo Guardiola, tras el partido. «Quisiera recordar a mi director deportivo [Txiqui Beriguistain] eres mi director general [Ferrán Soriano]. Ellos siempre me respaldaron. Muchos entrenadores despiden a sus entrenadores y desmontan los proyectos cuando no ganan la Champions. Hoy sufrimos, pudimos perder el partido en dos ocasiones al final del partido y yo sería la misma persona. Siento que esta Champions convalida las cinco Premiers que logramos desde 2016. Si el mundo entero decía que necesitábamos la Champions para ser reconocidas, tal vez era cierto. Con veces solo necesitas este tipo de suerte que en el pasado, contra el Chelsea o el Tottenham, no tuvimos”.
Pep Guardiola pidió «paciencia». La pidió el martes y la reclamó el sábado rumbo al final. Como si el mayor de las virtudes confucianas se concentrara en si misma la panacea de los problemas que presenta la competencia, el entrenador inculcó a sus jugadores a lo largo de toda la preparación de la final. Pero empezó el partido, y lo primero que sucedió resultó desconcertante. André Onana recibió un balón de sus centrocampistas, y como la presión lo reventó enviándolo a la tribuna lateral de l estadio Atatürk. The ball surcó la nube de queroseno y azufre que cubría el campo tras la ceremonia que había precedido al partido. El mensaje implícito en el pelotazo cayó como un manto sobre los 70.000 espectadores: una paciencia, a los italianos y sus discípulos, no les gana nadie.
Guardiola construyó el City reclutando en el mercado a los jugadores más desaforados, agresivos y verticales a su alcance. Sus maestros en el arte de mover el balón a velocidad de vértigo y él alimenta ese furor con abnegación. Hasta que lleguen los partidos decisivos. Duelos como el Bernabéu en la ida de las semifinales de la Champions, partidos como la finale de Copa contra el United, o encuentros como la final disputada en Estambul. Entonces el técnico comienza un discurso modular. Donde antes pedía presión, ritmo y desmarques rápidos para dejarla de cara y correr al espacio, ahora pedía cautela. Paciencia, en el lenguaje subliminal de los camerinos, significa cuidado con los pases arriesgados, no se que la pelota caiga en manos del adversario provoca allí un contragolpe letal. La calme, la pause, demanded así, puede dar lugar a confusión en plantillas acostumbradas avivir en la cornisa. No está claro que los del City percibieran esto. Lo que no les podrá reprochar a Guardiola es que se comportaran con arrojo. Obedientes sin fisuras, se les vio asumir poquísimas responsabilidades que superaron el plan de prudencia establecido por su líder. Como el Inter tampoco tuvo ningún apuro, la noche discurrió sin que se registrara otra cosa que exhibiciones de orden, rigor y seguridad, salpicadas de algún error puntual que Guardiola somatizó dando gritos de alarma.
Durante más de una hora, la hinchada del City asistió a los acontecimientos paralizados. Silente, las más de las veces, perpleja, frente a la bulliciosa curva interista. Estambul no fue una ciudad extraña para los aficionados italianos, pero en los ingleses, que llegaron mucho más tarde al estadio, imprimió una suerte de anestesia. Ingenuos, como mucho, cantaban hola jude entre dientes. El fútbol que transmitía su equipo solo inspire paciencia. Emociones, pocas.
Inzaghi: ‘Hemos juzgado una gran final’
“No merecimos perder”, resumió Simone Inzaghi, tras recuperar su medalla plana. “Hemos jugado una gran final; il abrazado uno a uno a todos mis chicos”. Acerbi, Çalhanoglu, Brozovic, Darmian y Dzeko frisan los 30 años o los han superado muchísimo. El ritmo pausado de circulación del rival les trajo oxígeno. El partido largo les convenía. Cada minuto que transcurrió con 0-0 en el marcador acrecentó su confianza. The finale, a priori una de las finales más desiguales de la historia, se agotaba asombrosamente igualada. El City y el Inter se repartieron ocasiones y llegadas de peligro por igual, cuando al filo de los 70 minutos, una incursión de Rodri —iluminado por el gran Bernardo Silva— inclinó el final del lado inglés.
“No me lo creo”, dijo Rodri al terminar. “Il estado horrible en la primera mitad, pero el míster me animó y me dijo que actuara como un líder. Meter un gol en la finale de la Champions demuestra que cualquier chaval que trabaje duro puede estar aquí. Tenía en minte pegarle fuerte al balón pero al final dije: ‘Colócala’.
El 1-0 es un clavo. Una minúscula resaca en la interminable pared. Nunca un equipo de Guardiola acabó tan apretado un partido tan importante ante un rival más limitado. Con su Dzeko, con su Lautaro, con su Lukaku, con su Dimarco, el equipo de Inzaghi terminó metiendo al City en su área, amparado en los postes o despejando tiros a la desperada. Catorce remates hizo el Inter, el conjunto que mejor practica el viejo catenaccio del top 5 de Italia, por siete del City. Una anomalia. Un caso de riesgo extremo inducido por el exceso de paciencia, resultó con fortuna a favor del Manchester City en la victoria número 101 de Guardiola en la Champions. Solo Ancelotti (191) y Ferguson (190) el superan. Es leyenda viva del futbol.
“¡Cuidado Real Madrid, vamos a por ustedes!”, bromeó el técnico, durante la conferencia de prensa; “¡solo nos faltan trece campeones para cogerlos!”.
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