diciembre 10, 2024

La ciudad que cuenta el subte

La ciudad que cuenta el subte

Diversa, ruidosa, sucia, pujante, acelerada, emocionante, desigual, inabarcable… Nueva York es tal como la ves cuando subís al subte. “En Irlanda, en los trenes y en los ómnibus, la gente habla; en Nueva York los idiomas son tantos que salvo algún insulto ocasional los viajes transcurren en silencio”, recuerda el fotógrafo Alen MacWeeney (Dublín, 1939) al rememorar sus primeras impresiones sobre la ciudad caleidoscópica y exigente que eligió para vivir.

Cuarenta y dos dípticos de su serie “New York Subways, 1977”, se exhiben hoy en la Biblioteca Pública de esa megalópolis y ensayan una sociología bajo tierra: son pares de imágenes, unidas como si fueran una sola, por la conexión emocional que el artista percibió en ellas, mientras carteles, peinados, vestimenta y estética documentan esa década afiebrada.

En ocasiones el paso de una foto a otra es sutil, imperceptible casi, aunque el resultado genera cierta extrañeza en quien mira y obliga a echar un segundo vistazo; en otras, el artificio luce evidente porque esa cicatriz (dos imágenes cuyo encuentro hace ruido) es parte de lo que el díptico narra.

MacWeeney, fotoperiodista y fotógrafo dedicado al mundo de la moda, llegó a la Gran Manzana para trabajar como asistente del consagrado Richard Avedon en 1961. Cada día surcaba la ciudad en subte hacia el norte desde su departamento del East Village, Leica en mano.

El proyecto de esta muestra tomó forma en los años 70. Entonces, la ciudad era más insegura, y además del calor “de infierno”, los túneles de estaciones como las de las calles 42 o 14 eran tenebrosos. “Llegué sólo hasta donde mi coraje me llevó”, dice en un video que integra la exhibición.

Son fotos de NY, pero su efecto impacta en cualquiera que haya vivido en una gran ciudad (Buenos Aires, México…) y tenga memoria física de esos traslados, que sumen en una dimensión paralela junto a miles de desconocidos de casa al trabajo, a la escuela o donde fuera. En estricto blanco negro, las imágenes de MacWeeney recitan a Rilke (“Somos solos”). Rostros que exudan cansancio, gente perdida en sus pensamientos, desviando la vista o mirando descaradamente al lente, pero sin atinar a decir “no” al fotógrafo que les roba el gesto.

«Tesoros de la Biblioteca» reúne libros y objetos que integran el fondo de la New York Public Library. Aquí, el retrato de Benjamin Franklin usado como imagen para los billetes de 100 d{olares.

El procedimiento nació por azar cuando al poner una foto junto a otra, MacWeeney se dio cuenta de que dialogaban y empezó a crear pares. “Eso llevó más tiempo que tomar las fotografías”, sincera. Quizá sea casualidad también que esta muestra coincida con otra, “Tesoros de la Biblioteca”, que exhibe en la primera planta, además de un rizo de Beethoven y el abrecartas de Charles Dickens, el retrato de Benjamin Franklin, globalmente famoso por ser el rostro del billete de 100 dólares. Sólo los argentinos preguntan si el original tiene cara grande o cara chica.