La naturaleza ha sido siempre una fuente de inspiración y obtención de compuestos empleados con una intención terapéutica por el ser humano. Estos compuestos incluyen una enorme variedad tanto por su naturaleza como por su estructura y funciones: antioxidantes, vitaminas y minerales, compuestos polifenólicos como el popular resveratrol de la uva, etc.
Pueden aportar o no valor nutricional, pero lo que realmente nos interesa es identificar los que potencian los sistemas de defensa del organismo. Y también dilucidar en qué medida estos compuestos pueden afectar al desarrollo del cáncer y la efectividad de la quimioterapia.
El cáncer es una de las mayores lacras para las sociedades actuales. Nos afecta a todos por igual, con independencia de la posición social. Y aunque algunos tipos concretos de cáncer pueden llegar a controlarse, convirtiendo la enfermedad en un proceso crónico mínimamente letal, los llamados «tumores sólidos» continúan siendo imparables.
Por otro lado, sabemos que el cáncer tiene su origen en el desequilibrio entre los procesos de crecimiento celular y el control por parte del sistema inmunitario. Y uno de los problemas a los que nos enfrentamos es que consumimos demasiados azúcares libres y grasas que alteran la función del sistema inmunológico y facilitan el crecimiento tumoral.
¿Tendría entonces algún sentido buscar compuestos bioactivos que potencien o dirijan la función inmunológica frente al cáncer en los alimentos? Sin duda, sí.
Nuestro sistema digestivo es una de las primeras defensas en el control del riesgo de desarrollo tumoral. En esta tarea resultan de enorme importancia las señales que se generan en el intestino. Saberlo ha dado pie a investigaciones sobre ingredientes alimentarios para mantener respuestas inmunológicas de mayor duración frente al cáncer: la inmunonutrición.
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Beneficios de los antinutrientes
A medida que avanzan las investigaciones queda cada vez más claro que la nutrición desempeña un papel importante en el cáncer. Comer alimentos saludables antes, durante y después del tratamiento, puede ayudar a los pacientes a sentirse mejor y mantenerse más fuertes.
A la mera función nutricional se le suma el efecto positivo sobre la función inmunológica de ciertas proteínas alimentarias de origen natural que hacen que nos cueste más digerir los alimentos (antinutrientes). Estos compuestos aparecen de modo natural en los alimentos vegetales; cereales, granos y semillas (i.e., inhibidores de proteasas tipo serina). Nuestra investigación ha demostrado que estos compuestos favorecen la respuesta inmunológica innata frente al cáncer. Al mismo tiempo, estos compuestos dirigen las señales de nuestro organismo a un mayor control del crecimiento celular y del desarrollo de cáncer.
¿Y qué hay del consumo de grasas? Aunque existe cierto debate, no necesariamente tienen que ser procancerígenas. Incluso podemos plantearnos que el colesterol juegue a nuestro favor en el control del cáncer. Investigaciones recientes han sacado a la luz un impacto claramente favorable del metabolismo del colesterol en nuestra respuesta inmunológica. Sin embargo, aún quedan muchas dudas en el aire, ya que las dificultades en el diagnóstico temprano del cáncer impiden que identifiquemos claramente cuándo cambia el metabolismo y cómo sus alteraciones favorecen el cáncer.
Control de la inflamación
Es un hecho demostrado que el riesgo de cáncer puede disminuirse con el consumo de dietas ricas en frutas y verduras, que entre otras cosas aportan vitaminas y minerales esenciales para el ser humano. Pero ¿qué proceso biológico hay detrás de este efecto beneficioso?
El beneficio de comer frutas y verduras parece estar relacionado con sus efectos antiinflamatorios. Sin embargo, la inflamación no es ni mucho menos negativa: se trata de un proceso de defensa que permite que nuestro sistema inmunológico identifique las células dañadas, algunas de ellas potencial origen del cáncer. Por lo tanto, anular la inflamación podría favorecer el cáncer.
Lo paradójico es que una inflamación «descontrolada» también favorece el cáncer. Por eso, aunque la inflamación es necesaria, es preciso que termine a tiempo (proceso de resolución inflamatoria). Eso implica que los compuestos antiinflamatorios de origen vegetal tienen un momento de uso concreto como tratamiento complementario en los pacientes con cáncer.
Nutrición oncológica de precisión
Por todas las particularidades del cáncer, el uso de compuestos bioactivos como tratamientos complementarios en los pacientes de cáncer deben realizarse bajo prescripción profesional y control clínico. Se lleva a la práctica a través de la nutrición de precisión, que considera la individualidad de cada paciente, reconociendo que su propia genética condiciona ampliamente la utilización de nutrientes y su susceptibilidad al cáncer. Un conocimiento profundo de cómo las características propias del paciente determinan el uso de estos compuestos bioactivos mejora enormemente nuestra capacidad para diseñar intervenciones nutricionales que le beneficien.
Para llevarlo a la práctica, en nuestras investigaciones hemos formulado suplementos nutricionales y alimentos con diversos antinutrientes. El efecto principal de los compuestos bioactivos incorporados es favorecer una respuesta «inflamatoria» favorable, más controlada, que guía a nuestras defensas. Su consumo consigue promover una mayor actividad más duradera del sistema inmunológico, favoreciendo un mayor control sobre el cáncer. En concreto, reducen la proporción de células linfoides innatas, que se encuentran elevadas en pacientes de cáncer.
Además, el consumo de estos alimentos favorece la presencia de microorganismos concretos en nuestra flora intestinal que participan en la eliminación de grasas dietéticas. Prevenir los desequilibrios de estos microorganismos mejora nuestra salud intestinal. Y como consecuencia se mantienen las señales que recibe nuestro sistema inmunológico y que orientan su reacción frente al cáncer.
Artículo publicado en The Conversation.
José Moisés Laparra Llopis: Investigador en Inmunonutrición Molecular en Cáncer, IMDEA ALIMENTACIÓN
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