diciembre 5, 2024

Los jóvenes sanos no eran más vulnerables a la pandemia de gripe de 1918

Los jóvenes sanos no eran más vulnerables a la pandemia de gripe de 1918

Un análisis de los restos de las víctimas de la pandemia de gripe de 1918, que mató a aproximadamente 50 millones de personas en todo el mundo, contradice la creencia generalizada de que la gripe afectó de manera desproporcionada a los adultos jóvenes sanos.

Debido a que tanta gente enfermaba tan rápidamente, los médicos de la época creían que las personas sanas tenían tantas probabilidades de morir de gripe como las que ya habían estado enfermas o frágiles. Sin embargo, a pesar de los numerosos relatos históricos, resulta que no existe evidencia científica concreta que respalde esa creencia.

Ahora, un equipo de la Universidad McMaster y la Universidad de Colorado Boulder (EE.UU.) que analizaron la edad de muerte de las víctimas y estudiaron las lesiones en los huesos de las víctimas informaron que los más susceptibles a morir de gripe habían mostrado signos de estrés ambiental, social y nutricional previo.

«Nuestras circunstancias (sociales, culturales e inmunológicas) están entrelazadas y siempre han dado forma a la vida y la muerte de las personas, incluso en el pasado lejano», explica Amanda Wissler, autora principal del estudio publicado en la revista ‘PNAS‘.

«Vimos esto durante el covid-19, donde nuestros orígenes sociales y culturales influyeron en quién tenía más probabilidades de morir y quién tenía más probabilidades de sobrevivir», explica.

Gran parte de la investigación sobre la pandemia de 1918 se basa en documentación histórica, como estadísticas, datos de censos y registros de seguros de vida, ninguno de los cuales incluye información sobre condiciones preexistentes o factores ambientales, dietéticos u otros factores estresantes crónicos generales que puedan afectar la salud general a lo largo de la vida.

Para el estudio, los investigadores examinaron los restos esqueléticos de 369 individuos de la colección esquelética documentada de Hamman-Todd, que se encuentra en el Museo de Historia Natural de Cleveland. Todos habían fallecido entre 1910 y 1938. La muestra se dividió en dos grupos: un grupo de control que había muerto antes de la pandemia y los que murieron durante la pandemia.

La estructura esquelética de una persona viva puede sufrir cambios duraderos debido a una mala salud, lo que resulta en una altura disminuida, crecimiento irregular, defectos en el desarrollo de los dientes y otros indicadores.

El equipo buscó lesiones o indicadores de estrés en las tibias de las víctimas de la pandemia. La formación de hueso nuevo se produce en respuesta a la inflamación causada por un trauma físico o una infección, por ejemplo. Los investigadores pueden determinar si una lesión había estado activa, en medio de la curación o si se había curado por completo, todo lo cual proporciona evidencia de condiciones subyacentes.

El racismo y la discriminación institucional pueden amplificar estos efectos, como quedó demostrado en la pandemia de covid-19

«Al comparar quién tenía lesiones y si estas estaban activas o curándose en el momento de la muerte, obtenemos una imagen de lo que llamamos fragilidad, o quién tiene más probabilidades de morir. Nuestro estudio muestra que las personas con estas lesiones activas son las más frágiles», afirma Sharon DeWitte, antropóloga biológica de la Universidad de Colorado Boulder y coautora del estudio.

Las enfermedades previas , como el asma o la insuficiencia cardíaca congestiva, son factores de riesgo comunes que pueden contribuir a malos resultados en enfermedades infecciosas como la gripe.

El racismo y la discriminación institucional pueden amplificar estos efectos, como quedó demostrado en la pandemia de covid-19, afirman los investigadores. Durante la peste negra en Londres, por ejemplo, las personas que previamente habían sufrido factores estresantes ambientales, nutricionales y de enfermedades tenían más probabilidades de morir a causa de la peste que sus pares más sanos.

«Los resultados de nuestro trabajo contradicen la narrativa y los relatos anecdóticos de la época», asegura Wissler.