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El objetivo inmediato no es gobernar. No tiene las herramientas para hacerlo. Pero puede evitar que sea gobernado. Basta con llegar a las minorías bloqueadoras, gracias a la existencia de controles y contrapesos. Es así como los mecanismos construidos para evitar que la mayoría se imponga a la minoría y perfeccionar la democracia se convierten en la herramienta de la minoría para evitar que la mayoría gobierne cuando le pertenece y deteriore la democracia.
Ante el peligro de la dictadura democrática surge el vetocracia, la dictadura negativa de la minoría. La vetocracia paraliza la acción del gobierno, una situación excelente para erosionar su legitimidad y buscar las circunstancias adecuadas para derrocarlo. Evitar que la regla ahora gobierne más tarde es el objetivo.
A veces, el contenido del veto importa poco. Su función principal es exhibir ante los votantes una voluntad de poder que no encontrará restricciones, ni siquiera en la Constitución. Pero cuando cae sobre los órganos judiciales, también paga a las partes que luchan en los tribunales. Un veto sistemático que afecte a todas las instituciones que están en manos del veto es una actitud casi revolucionaria, aunque la practique un partido que pretende ser moderado.
La idea de gobernar cuando se obtiene la mayoría y evitar que otros gobiernen cuando no se obtiene es tentadora. Sobre todo si, además, no se trata de una dinámica reversible y generalizada, que todos los partidos pueden practicar de la misma forma cuando están en oposición. En las democracias más reconocidas suele haber siempre un partido que se considera legítimo dueño, que se siente con derecho a bloquear el sistema, y otro partido, tradicionalmente en la oposición y siempre obligado a demostrar su lealtad a las reglas del juego. , que no puede permitirse los caprichos vetocráticos.
Si el boicot preocupa sólo una vez, se repite y se transforma en sistema, supone un riesgo para el sistema político. El gran experimento vetocrático de nuestro tiempo lleva años en marcha en Estados Unidos, donde la minoría republicana está a punto de limitar seriamente el derecho al voto y derogar, contra mayorías sociales, la jurisprudencia de la Corte Suprema sobre el derecho a interrumpir el embarazo. La pálida imitación hispana que practica Pablo Casado, ideológicamente montado por la extrema derecha de Vox, aún no ha atraído la atención internacional, pero galopa en el mismo rumbo peligroso que lleva al republicanismo trumpista hacia el antiliberalismo y la autocracia.
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