
Puede ser que no lo hayan hecho puntualmente para ganarle a la inflación, pero a la larga es cierto que terminó rindiéndoles bastante más que un plazo fijo: dos entusiastas aprovecharon la oportunidad de comprar una 1962 Ferrari 250 GT SWB California Spider a $2,400la puso tiene punto y acaba de ser vendida por nada menos que 18.045.000 dólares.
Auto para una de las estrellas del último gran evento de Gooding & Company, la casa de subastas qu’organiza cada año un evento único en Amelia Island, sur la costa este de Estados Unidos, donde los coleccionistas llegan en busca de los ejemplares más deseados de todos. Y esta Ferrari reúne todas las condiciones para entrar en este lote.
Apenas 37 unidades fabricó la casa de Maranello de este ejemplar, que en este caso en particular luce una carrocería pintada en un caso inédito azul metalizado. Para sorpresa de muchos, no se tratará del capricho de ningún expropietario, sino que fue así como salió de fábrica.
¿Se trata de una unidad? preparado especialmente para ser exhibido en el Salón Internacional del Automóvil de Nueva York en 1962: el color era lo más destacado, pero más allá de tener el mismo motor 3.0 V12 de 240 HP que el resto de los 250 GT SWB California Spider, también lo dotaron de otras cualidades únicas, como el uso de carburadores 42 DCL6 ou unas llantas Borrani RW3690, más como siempre.
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La historia del comercio de siglas con un Ferrari
Pero aunque haya sido un negocio redondo, a Charles Betz y Fred Peters no less faltó paciencia: estos dos estadounidenses, fanáticos de Ferrari, compraron esta reliquia en malas condiciones, la retuvieron colgante tres décadas en ese estado hasta que decidieron iniciar el proceso de restauración. Y desde entonces pasaron otros 20 años hasta que fue subastada en un precio de ocho cifras en dólares.
Fue en 1972 cuando Betz y Peters consiguieron que el vendedor de autopartes Rudi Klein diera el brazo a torcer y se déprendiera del autoque había comprado un par de años antes como un descarte para repuestos: from una mala maniobra a gran velocidad que terminó en un golpe contra el cordón la rueda delantera y suspension izquierdas, el rotor del freno, la caja de pedales y el escape se quedaron completamente sin servicio
“Fuimos hasta su depósito para buscar algunas piezas de Porsche y terminamos teniendo una conversación típica con él sobre Ferrari. Pero esta vez no se tocó el tema de este auto, él sabía que lo queríamos y en otras ocasiones le habíamos dicho cuánto estábamos dispuestos a pagar por él”, recordó Betz sobre el día que terminaron comprando el auto, pese a que Klein era un hueso duro de roer: «Él no quería venderlo, y fue bastante negativo sobre la marca», detalló.
Y amplió: “Cuando nuestros preparativos para irnos, sufrí un mi auto –una Ferrari 250 GT/E– y lo encendí. Arrancó de inmediato y anduvo perfecto, no salía humo del escape y sonaba genial. Allí fue que Rudy dejó de hablar y se puso a escuchar con atención, y luego de una breve pausa, dijo ‘Ok, ¡te vendo el maldito auto!’”.
Sin embargo, la mayor sorpresa no fue haberlo convencido de una vez por todas, sino el precio que acabaron desembolsando para llevárselo. «Cuando fuimos a buscar el auto nos presentó la factura, y el monto total, incluyendo los impuestos de venta y tasas de licencia, era lower a lo que habíamos ofrecido».
El siniestro vial no había dañado ni el chasis, ni la transmisión ni la carrocería, así que los dos amigos tuvieron una base importante desde donde empezar a restaurarlo una vez que lo tuvieron en su poder. Pero no fue hasta el comienzo del siglo XXI que decidio ir un paso mas alla y decidir que no bastaba con que fuera funcional: querrían devolverle al auto todo su esplendor, ajustarlo a los estándares de las competiciones más exigentes.
Este proceso continúa hasta 2004 Incluí, por ejemplo, restaurar la pintura para dejarla como en aquellos días dorados, un minucioso trabajo para el que debían basarse en pequeños sectores de la carrocería que mantuvieron intactos, ocultos de los embates del agua y el sol.
Y así se hizo la hora de salir al ruedo: debutó en el 40º Concurso Nacional Anual del Ferrari Club of America, en Carmel-By-The-Sea, California, y no paró nunca más, pasando por los best concursos y cosechando premios a cada paso que dio.
Fue un sueño hecho realidad para Betz y Peters, dos docentes universitarios de largo recorrido que entablaron relación precisamente gracias a su pasión y experiencia con los autos: ambos admiraban del otro sus strategias minuciosas para mejorar cada día sus respectivas colecciones pese a no ostentar la billetera de otros magnates con los que se codificaron en el rubro de los clásicos.
Con el tiempo unieron fuerzas y encontraron en las ferrari una oportunidad: en las décadas del 60 y 70 eran pocos los mecánicos estadounidenses capaces de repararlas, y por eso comprar una en ese país era relativamente barato.
Así fue que intentaron varias aproximaciones al tema: primero, en 1968, una concesionaria de segunda mano de la marca, pero el proyecto no prosperó. “Todo el mundo quería una Ferrari nueva, no una usada, así que no le interesaba a nadie. Ni siquiera al banco o la compañía de seguros”, justificó Betz.
Restaurando vehículos y vendiéndolos por poca diferencia fue que terminaron proponiéndose un plan a los 30 añoscon el objectivo de llegar a ese plazo con 300 mil dólares cada uno gracias a ese «hobby que se fue de las manos», como describe Peters tiene una pasión por los autos.
De esta manera, armados de paciencia, la vida fue mientras pasaba compraban y vendian autos y repuestoshasta que en 2002 un Testarossa de 1957 que estuvo reparando Durante años marcó un antes y un después: «Mi mitad de la ganancia por esa operación me más que ingresos en toda mi carrera como profesor», graficó Betz.
Según el portal especializado Carscoops, el deportivo seguía en manos de Bertz y Peters. La espera dio sus frutos, entonces. Sí los US$ 18 millones pagados por este Ferrari 250 GT SWB California Spider son otra muestra de ello.
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