abril 19, 2025

Por una gobernanza de los datos de los ciudadanos | Opinión

Por una gobernanza de los datos de los ciudadanos |  Opinión
Una mujer mirando su teléfono en un tren de Tokio este sábado.
Una mujer mirando su teléfono en un tren de Tokio este sábado.== / AP

El poder de los datos no es nuevo. En 1854, tras el estallido de una epidemia de cólera en Londres, el médico inglés John Snow se dedicó a la laboriosa tarea de recopilar datos viales de pacientes y grifos públicos de agua. Con toda esa información, que puso en un mapa, descubrió que el cólera se propaga por el agua y no por el aire contaminado, como se creía en ese momento. El método, que en su momento le valió críticas e insultos de los expertos, acabó sentando las bases de la epidemiología moderna.

Hoy en día, la recopilación de datos como el que utiliza Snow se puede hacer en minutos con los propios ciudadanos. Usamos permanentemente dispositivos que están conectados a internet y que generan una enorme cantidad de datos, desde el GPS que usamos para movernos de un lugar a otro, la pulsera que registra nuestra actividad física o el termostato inteligente que nos permite ahorrar energía en casa. Dicha información nos proporcionaría un conocimiento invaluable para la ciencia, el desarrollo de políticas públicas, la innovación o el diseño de nuevos productos y servicios. Entonces, ¿por qué los datos no se utilizan de forma intensiva?

Para empezar, cuántas empresas privadas se han beneficiado de la explotación de datos personales, lo que Shoshana Zuboff ha llamado capitalismo de vigilancia, ha centrado la discusión en la protección de la privacidad y los riesgos del intercambio de datos. El miedo se ha convertido en un impedimento para explorar otras formas más rentables de explotar los datos.

Hay ejemplos fascinantes, aunque quizás menos conocidos, de escándalos como Cambridge Analytica y su explotación de los datos de Facebook para influir en la votación. En 2011, por ejemplo, en Fukushima, después del desastre nuclear causado por un terremoto, cientos de personas pudieron crear y compartir mapas de radiación actualizados utilizando sensores de código abierto diseñados en colaboración con investigadores del MIT. En Barcelona, ​​en 2017, un grupo de vecinos de Gràcia monitorizó el ruido en una plaza del barrio para demostrar al municipio un problema milenario de contaminación acústica. En Amberes, Bélgica, alrededor de 50.000 personas ayudan a controlar la calidad del aire con una granularidad sin precedentes gracias a la iniciativa Curieuze Neuzen.

Está claro que la economía de datos que debemos promover es la del segundo escenario, pero la democratización de los medios de producción y la gobernanza de datos a menudo encuentra resistencias y detractores. Los datos generados por la ciudadanía suelen ser cuestionados por los expertos por falta de representatividad y precisión, o por no haber sido recolectados a través de protocolos establecidos o dispositivos aprobados. Los ataques son similares a los recibidos originalmente por Wikipedia, ahora la enciclopedia abierta más grande del mundo. Ya no es necesario revisar la cantidad de estudios que demuestran la calidad de sus artículos debido a sus complejos mecanismos de contribución y control; basta con verificar la muerte de la Encyclopaedia Britannica.

El éxito de la solución urbana es innegable. Los datos generados por los ciudadanos son quizás el recurso social con mayor potencial para promover una auténtica revolución en el conocimiento humano. Activar esta revolución requiere visión y voluntad política; ir más allá de la tentación de ver a los ciudadanos como seres pasivos cuyos derechos digitales deben protegerse hacia el reconocimiento real y la promoción de su derecho a la producción y gobernanza activa de los datos.

Tres acciones clave en esa dirección podrían tener un impacto radical. Lo primero es promover y financiar la ciencia ciudadana como herramienta fundamental para el empoderamiento social. Esta forma de coproducción del conocimiento contribuye al desarrollo de las habilidades digitales y el pensamiento científico, otorga a los ciudadanos un papel relevante en la definición de las agendas de investigación y promueve el «uso altruista de los datos», un concepto ya propuesto por el flamante Reglamento para la Unión Europea. Dato de governancia.

En segundo lugar, legitimar el uso de datos generados por la ciudadanía para la co-creación y seguimiento de políticas públicas. Esto puede aumentar la transparencia y la rendición de cuentas en el sector público, así como profundizar la participación ciudadana.

Finalmente, es necesario promover el desarrollo de tecnologías y organizaciones que permitan a los ciudadanos almacenar y compartir sus datos de forma segura. Actualmente existen cooperativas y fideicomisos de datos que aumentan la capacidad de los ciudadanos para negociar con las partes interesadas en el uso de sus datos, ya sean empresas, gobiernos o centros de investigación.

El reciente nombramiento del primer Chief Data Officer del gobierno español es una oportunidad para transformar el país en un verdadero referente de una economía de datos justa e innovadora. Conseguir esto implica deshacernos de la inercia que nos une a los paradigmas del pasado y profundizar en las oportunidades que ofrece la cultura digital.

Mara Balestrini Tiene un doctorado en Ciencias de la Computación de University College London.