La preocupación por lo que podría interpretarse como fin, deterioro o entropía del universo, y por el posible acabamiento de nuestro planeta, acelerado por grandes contaminantes de la atmósfera o el cambio climático que estamos viviendo, impulsó la reciente celebración del XI Congreso Latinoamericano de Ciencia y Religión con el tema: “Fin ¿y finalidad? del universo”.
El congreso estuvo co-organizado por la Universidad Católica de Salta, sede del evento, la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, la Fundación de Diálogo entre Ciencia y Religión y el Movimiento Laudato Sí´- Capítulo Argentino.
Todos experimentamos el límite, incluso el fracaso. Pero también tenemos experiencia de esa potencia ínsita que nos hace -por qué no- desear ser inmortales. Nos orienta esa paradoja donde la muerte le otorga densidad a la vida y le descubre su sentido último. Quisimos ahondar en la pregunta por el fin: ¿Hacia dónde va todo? ¿Cuál es el futuro del universo que nos incluye? ¿para qué existimos, sobre todo nosotros, que pensamos en el valor de nuestra efímera vida, maravillosa y contradictoria a la vez?
Los problemas complejos sólo pueden abordarse de forma interdisciplinaria. Superando conflictos históricos, se realizó un trabajo conjunto y colaborativo entre las diversas ciencias que intentan explicar la realidad y las que buscan comprenderlas, es decir, entre físicos, astrónomos, biólogos, filósofos y teólogos.
La ciencia predice que la imagen de la Tierra en 3 mil millones de años (0.2 años cósmico) es la de un mundo en decadencia. En 8 mil millones de años (0.6 año cósmico) el Sol se convertirá en una gigante roja, expandiéndose hasta la actual órbita de la Tierra. Cuando el Sol se expanda a la órbita actual de la Tierra, la Tierra misma se habrá movido a casi el doble de su actual distancia del Sol.
En trillones de trillones (10100) de años o 1090 años cósmicos las galaxias se convertirán en cúmulos de agujeros negros. Finalmente los agujeros negros se evaporarán. El universo en un futuro muy distante de miles y miles de millones de años terminará por “desgarrarse” (Big Rip). El universo podría no tener un final único sino un final múltiple (multi-ends).
Este pronóstico, aunque lejano, crea en nosotros un estado de agobio existencial y convoca a la filosofía y a la teología a pensar la finalidad, la meta, el sentido de este gigantesco proceso cósmico que va hacia la muerte. Desde antiguo estas disciplinas consideraron al universo como un cosmos, orden, armonía y las ciencias descubrieron luego que es potencial de evolución constante hacia estructuras cada vez más complejas dadoras de luz , omo galaxias y estrellas, y de la misma vida en su seno.
Si el cosmos evoluciona permanentemente hacia figuras mejoradas, aunque se direcciona conjuntamente hacia una muerte cósmica, la esperanza cristiana se atreve a creer que Dios obrará el rescate al final de la historia de ese universo a extinguirse, de un modo análogo como Jesucristo resucitó de la muerte. Es decir que, conjuntamente y más allá de la extinción del cosmos, se espera el acontecimiento novedoso de la transfiguración futura.
El sentido del fin, es decir su finalidad, otorga densidad al presente que sin él no sería más que una concatenación de hechos interminable, sin importar a dónde vamos ni para qué. Por tanto, más que un refugio en el más allá, la esperanza cristiana se constituye como el motor para cuidar la vida hoy, promover acciones éticas y trabajar por un mundo en paz.
Teresa Driollet de Vedoya es Doctora en Filosofía por la Universidad de Navarra, España.
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