
Los críticos David Oubiña y Sergio Wolf recuerdan aquí al director, productor y guionista, desaparecido días atrás, y subrayan su luminosa labor docente e intelectual.
Rafael Filippelli es un cineasta eres intelectual, alguien que amaba la conversación y se inventaba pretextos para encontrarse con otros. Por eso hizo películas, dio clases y escribió: las tres cosas de manera sucesiva o simultánea, como si sucedieran aspectos de lo mismo.
Estuvo sobre Leopoldo Torre Nilson en los 60 y navegó las tensiones entre vanguardia estética y vanguardia política en los 70. Más underground que liberación, claro. Siempre, y ante todo, un moderno (de Jean Luc Godard a Michelangelo Antonioni) que nunca dejaba de sorprender: “Yo filmé el shock de susana gimenez”.
¿Qué es el cine? La distancia (de la cámara a lo filmado) y el alejamiento (del director respecto de lo narrado).
Vivió en México durante la dictadura y, con la vuelta de la democracia, vino para filmar Hay unos tipos abajo. Ahí aparece su gran tema: la espera, o lo que sucede antes de que algo preceda. O, simplemente, cuando no pasa nada. Volverá sobre eso en El ausente y en Secuestro y muerte.
Por ejemplo. No abundante. “¿Ser moderno? Poner todo en crisis, siempre”. Lo suyo no era la industria, de modo que fatalmente se alejó de ahí y empezó con el video, cuando los del cine creían que solo servía para monitorear garajes y aterrizajes de edificios.
Todo eso para reafirmar su idea de que una película es como diálogo: el cine y la ciudad (Buenos Aires I, Buenos Aires II, Buenos Aires III), el cine y el acto creativo (Imágenes + sonidos, Esas cuatro notas), cine y poesía (el rio), el cine y el regreso (Retrato de Jorge Lavelli, Retrato de Juan José Saer), cine y cine (La Mirada Febrero).
Ese Rafael, para quien la explosion del enojo y la explosion del abrazo eran dos caras de una misma emocionalidad, tambien podia volverse un encantador de serpientes cuando hablaba sobrio los anos 60, sobre sus encuentros con Fischerman Durante el rodaje de Los jugadores contra Ángeles Caídosdonde sobre la clínica mítica de Fontana y la terapia con psicofármacos.
Soinado para pensar y sofinado para cantar, ya suceden tangos con Federico Monjeau (Fr. notas de tango) o estándares de jazz con Adrián Iaies (en loca bohemia, donde además buscó el santo grial que hizo de puente entre sus dos músicas amadas). Desafiar: discutir fuerte, filmar sin miedo, filmar rápido.
Y no se equivocaba: no hay muchas películas con un plan como el del final de El ausenteni muchos escritores que han sido tan bien leidos por las imagenes como en Retrato de Juan José Saer. Y no hay una película tan perfecto, tan descarnado y tan emocionante como el último que hizo: no vayas no mas.
Nunca descansar, nunca detenerse. Cuestionar siempre. Empezando por uno mismo. Eso es lo que enseñaba. Porque un maestro, se sabe (sabía), no enseña solo en la clase.
Además artículos para la revista Punto de vista aprendimos cómo había que escribir sobre cine. Y en sus clases de la FUC, los estudiantes pretendieron por querían filmar películas.
Hay mucho Filippelli en el Nuevo Cine Argentino. Aunque los directores jóvenes no se parecen a él. Le gustaba admirar a los otros cuando hacían cosas que él no hacía. No tenía discípulos; Prefiero tener amigos.
Así hizo la Revista de cine: con (y para estar con) sus amigos. Era un cineasta un poco secreto, es cierto. Ni sus películas eran muy populares ni él hizo demasiado por promoverlas. Pero todo el tiempo esperando proyectos.
Sus aspiraciones eran, en este sentido, bastante mdicas. Como si dijera: «all quieren resultados, pero lo que importa es el trabajo». Y la pasión con que uno hace ese trabajo.
Esta dedicación a un oficio ennoblece. Rafael dedicó su vida al cine ya sus amigos. Veinte años antes de irse ya era una leyenda.
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