Los datos del barómetro de la CEI de septiembre muestran pocas novedades, pero fuertes y algo sorprendentes. La principal novedad respecto a la encuesta de julio es la bajada del PP, previsible por el agotamiento del impulso que aporta la victoria de Ayuso en las selecciones autonómicas de Madrid. El voto popular, si hoy se celebraran las elecciones generales, estaría a un nivel similar al de abril, justo antes de la convocatoria anticipada en Madrid.
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La caída del PP no es menos sorprendente porque no es predecible. Primero, debido a lo repentino de la tendencia. Tres puntos en la estimación entre julio y ahora, que le alejan de un PSOE plano. En este periodo, los populares habrían perdido 300.000 votantes, más de medio millón desde junio, lo que equivaldría a perder prácticamente todos los votos acumulados tras el 4M de Madrid.
En segundo lugar, lo que es aún más sorprendente, porque no parece responder a ningún evento relevante, es la dirección que toman la mayoría de las pérdidas populares: hacia Vox. El partido de extrema derecha en esta encuesta está recuperando su estimación de abril, justo antes de las elecciones autonómicas de Madrid. Y lo hace no por fidelidad a su propio espacio electoral (ya muy fiel en sí mismo), sino por captar el voto que sale del PP. Entre julio y septiembre Vox habría duplicado el número de votantes de los populares. Según datos del CIS, hoy cerca de 700.000 votantes que optaron por el PP en noviembre de 2019 votarían ahora por Abascal.
El movimiento tiene una explicación difícil, y quizás el problema sea entender este segmento como un voto decidido cuando no lo es. Los datos del barómetro (de cualquier barómetro) indican más que concluyen. Al fin y al cabo, todavía queda un largo camino por recorrer antes de las elecciones políticas y las tendencias que se observan deben tomarse como tales, y demasiadas veces nos dejamos llevar por el presentismo de los datos de hoy, extrapolandolos hacia un panorama aún incierto. futuro.
Lo que nos dice el barómetro es que la frontera entre PP y Vox sigue abierta, que hay un tránsito significativo de votantes entre un partido y otro, lo suficientemente amplio como para decidir qué partido lidera las previsiones demográficas. El PP habría apresurado las urnas del CS, pero no logró tapar la herida de Vox, que ya habían anunciado los resultados del Madrid.
Los datos también muestran que la estrella de Ayuso palidece entre los votantes del PP, pero no a favor de Casado, que es preferido como presidente por menos de la mitad de sus votantes, sino de Abascal. Además, la estrategia del PP de movilizar su espacio demonizando a Sánchez, que triunfó en su base, no quita la sombra de Vox, sino todo lo contrario.
A la izquierda, parece haber un momento de calma esperando lo que pueda suceder. El voto socialista permanece suspendido. El intento de movilizarlo apelando a la exitosa vacunación y evacuación de Afganistán golpeó la factura de la luz. Por su parte, la evidente mejora que ha supuesto el cambio de Iglesias por Díaz para UP no parece traducirse en electoral.
Modelo de estanqueidad. Casi tres millones de votantes aún no saben por qué votarán. A veces, llevados por el fragor de la batalla, los gritos y la inmediatez, nos olvidamos de algo fundamental: esta es una carrera de larga distancia y ni siquiera estamos cerca de la última vuelta.
Oriol Bartomeus Es catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Barcelona.
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