abril 23, 2025

Vivir en piso compartido ya no es cosa de estudiantes | Madrid

Vivir en piso compartido ya no es cosa de estudiantes |  Madrid

«Simplemente porque no puedo pagarlo». Esta es la respuesta que da el periodista Yago Fernández a la pregunta de por qué no vive solo a los 40 años. Lo dice con un tono de derrota, mezclado con una pizca de indignación. Ahora paga 400 euros, además de gastos, por una habitación en un piso en Carabanchel, donde vive desde diciembre con un amigo. Detrás de él tiene 15 años de compartir hogar, que incluye discusiones sobre la distribución de comida en los estantes del refrigerador, común a los 20, pero insoportable a su edad. Por lo tanto, vive solo con conocidos.

Mensualmente gana alrededor de 1.500 euros netos, que proviene de su salario base y algún trabajo extra que realiza. «Claro, asumiendo que dedico más de 40 horas a la semana, por supuesto», dice. Si suma las facturas, se estima gastar un tercio en vivienda, alrededor del 35%. Para él, pagar el alquiler solo es imposible.

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Yago podría ser el ejemplo típico para el Banco de España y más expertos, que aconsejan limitar el porcentaje del salario para cubrir el alquiler al 30% y nunca superar el 35%. Para mantener un nivel óptimo de calidad de vida. “Nos sentimos privilegiados, aunque tuve que trasladarme de Arganzuela a Carabanchel para hacerlo posible”, dice. Según datos del INE, 123.000 personas mayores de 45 años comparten piso alquilado en España, sin vínculos familiares entre ellos, y el 22% lo hace en Madrid, dada la dificultad de tener una renta completa.

Sandra vive con su madre y su hermanita en un piso de Leganés. Llegaron de Colombia a principios de 2020 como solicitantes de asilo. Esta familia gasta lo que no tiene para pagar los 370 euros de la habitación en la que vive. Y no tienen porque apenas entran en nada. Sandra está haciendo un curso como cajera suplente y su madre atiende a un anciano del barrio cada dos días mientras esperan que se resuelvan sus solicitudes de protección internacional.

El salario medio mensual neto en la Comunidad es de 1.783 euros, a julio de 2021, según datos de la Agencia Tributaria a los que se suma el incremento del IPC. Una característica de las distribuciones salariales es la desigualdad: hay más trabajadores con valores bajos que con salarios altos, por lo que se puede esperar que más personas ganen menos que los que están arriba. Con estos datos, no existe ningún distrito de la ciudad, ni un gran arrabal, en el que un piso de 70 metros cuadrados sea asequible por 535 euros, el 30% del salario medio. Según el último informe del Banco de España, el coste de vida en las ciudades de Madrid y Barcelona es un 20% más alto que en el resto del país y el coste del alquiler está un 82% por encima de la media.

Si Susana, de 47 años, madre de una niña de dos años, no vive en una habitación alquilada es porque su hermano le ha estado pagando el alquiler de 580 euros por su piso de 30 m2 en Usera desde hace un año. Como asistente de cocina en una escuela, fue una de las primeras en unirse a ERTE, que no cobraba hasta julio. Fue al ayuntamiento a pedir ayuda y una trabajadora social le aconsejó que se fuera del apartamento: «Ve y piensa en mudarte a una habitación con tu hija». A su hermano le debe más de 5.000 euros, incluido el alquiler y los gastos de la guardería: «Sin él no podría seguir aquí, pero tampoco es rico», explica. Su salario mensual, devuelto a su cargo, es de 960 euros.

El coste de alquilar una habitación ya representa casi el 30% recomendado en barrios como Chamberí o Retiro en la capital, y está cerca de municipios como Pozuelo de Alarcón. El estrés económico para pagar la vivienda es el denominador común en las personas que trabajan a tiempo parcial o tiempo completo por 950 euros, el Salario Mínimo Interprofesional (SMI).

Alejandro, de 42 años, invierte el 41,5% de su salario de 650 euros como limpiador para pagar los 270 de su habitación en el barrio de Orcasitas

Alejandro, de 42 años, supera con creces ese porcentaje: gasta el 41,5% de su salario de 650 euros como limpiador para pagar los 270 de su habitación en el barrio de Orcasitas. Navegue el mes con la ayuda de parroquias y despensas del vecindario. Para Susana lo es aún más: por cada diez euros que gana, seis se lo comen con el alquiler de su piso.

Según un estudio de 2019 de la Empresa Municipal de Vivienda y Suelo, en la ciudad de Madrid solo tres de cada diez familias viven solas. Este documento revela algunas pistas sobre cómo se configuran los pisos compartidos en la capital, incluso si los datos son de 2018. El informe municipal destaca, entre las familias con dos convivientes, el tipo de persona mayor con cuidador. Los apartamentos de tres habitaciones son los más utilizados por los estudiantes, y si son cuatro o más, no suele haber relación entre los inquilinos. Por edades, según el informe, el grupo en el que más se comparte es el de menores de 25 años. Después de los 35 años, siete de cada diez hogares forman una familia, por lo que el porcentaje desciende, quizás vinculado a separaciones y divorcios. Después de los 80 años, el número se reduce drásticamente y aumenta el número de personas que viven solas, siguiendo una cierta lógica vital.

Sin contrato legal

Ni Alejandro ni Sandra han firmado un contrato legalmente válido, lo que los convierte en carne de matadero de abusos e invisibles para las estadísticas. Tienen un inquilino, un inquilino que les subarrenda las habitaciones y que no vive en la propiedad. En el caso de Sandra, la habitación del Leganés donde vive con su madre y su hermana es grande, 30 metros cuadrados, suficiente para dormir, pero «es imposible estar ahí, no hay aire acondicionado ni ventilador», dice. La convivencia con una pareja que vive en la segunda habitación del piso no es nada y su hermana no se atreve a usar la sala de estar. Su «contrato» es actualmente válido por seis meses.

Alejandro, por su parte, solo tiene uno en Orcasitas y le gustaría cambiar, pero su estabilidad emocional se lo impide. Se le ha reconocido que tiene un grado de discapacidad que le dificulta socializar. Pidió ayuda en el ayuntamiento, pero su condición de célibe no le facilita las cosas. «Mi asistente social me dice que solo hay hogares familiares», explica. Su apartamento tiene cinco habitaciones: en una vive una pareja con tres hijos, uno de los cuales es un recién nacido. En otro, otro con una chica. Otras dos habitaciones están ocupadas por solteros, como él. El espacio común es mínimo y los niveles de ruido son altos durante el día.

Volviendo a las estadísticas, en los últimos cinco años en la Comunidad de Madrid este tipo de vivienda, con dos o más hogares, ha aumentado un 40%. En Alejandro’s hay 11 personas sin vínculos familiares que viven en 55 metros cuadrados. Tocan cinco cada uno.

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