mayo 8, 2024

‘Hoy al azar’ | ICON | PAÍS

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En más de 30 años de profesión he investigado cómo debe vestirse un periodista para optimizar su trabajo. Aquí están finalmente mis conclusiones. En vista previa y en resumen: un periodista debe vestirse con discreción y con una propina descarada e incluso moderadamente despeinada, que genere confianza y baje la guardia; como somos como detectives. Uno de los modelos es el Inspector Colombo (impermeable incluido), que también lució ese accesorio indispensable que es el portátil. El periodista que mejor vistió la gabardina, después de Tintín, es sin duda Enric González.

Cuando se trata de reporteros y ropa, los tirantes de Lou Grant (RIP) y la corbata de Dustin Hoffman y el cuello de camisa imposible como Carl Bernstein en TTodos los hombres del presidente. Pero los verdaderos periodistas no hacemos eso. De hecho, solo usaba tirantes en mi era del Gran Gatsby (imitando a Robert Redford como Jay Gatsby y no como Bob Woodward), cuando estaba en COU y mi única vocación era que Mercedes Udaeta se fijara en mí (tardó casi medio siglo y era solo para un artículo, qué cosas). En cuanto a la corbata, ni siquiera la usé para conocer a Karl Popper (también RIP), lo que probablemente impidió que el gran pensador la usara para estrangularme cuando llegué a entrevistarlo con el poco conocimiento que me daba intentar leer. de sus libros en el taxi.

En realidad, la indumentaria periodística se caracteriza por su gran variedad, rayana en el revoltijo y, como dije, por un descuido estudiado, salvo, y este es un punto importante, si eres editor de La vanguardia, donde personajes como Marius Carol, Sergio Vila-Sanjuán y sobre todo ese árbitro de elegancia periodística que es Llàtzer Moix, que tomó lo último de Tom Wolfe del Nuevo Periodismo, suelen hacer lucir desaliñados a otros miembros de la profesión. Es cierto que tienen un conde como cabeza y que asisten a muchos cócteles y eventos sociales; aparte del hecho de que ciertamente tienen mucho más tiempo que yo para hacer las compras.

Un periodista, para ser presidente de la asignatura, nunca, y recalco nunca, debe ser más cuidado que la persona que está entrevistando o los protagonistas del acto que cubre. Qué error ir en tres piezas a una rueda de prensa en La Fura dels Baus, a la feria de teatro de calle de Tàrrega oa un encuentro con Johnny Depp. Un periodista debe fusionarse con el medio ambiente, de forma camaleónica. Nunca use una bufanda y olvide el balandrista por Jack Lemmon en Primera página.

Cuidado, no exageres: no exageres con el estudiado descuido, vamos, no puedes ir como Cal McAffrey de Washington Globe (Russell Crowe) en The Shadow of Power, quien piensa que la Primera Enmienda justifica no ducharse. Tampoco tienes que levantarte telarañas como ese editor de la Trompeta diaria que es Peter Parker (y disculpe la broma).

La discreción en la vestimenta, la modestia, la gran virtud, el bajo perfil e incluso el camuflaje (excepto en zonas de guerra, donde es recomendable llamar la atención para que no te confundan con un luchador y te disparen) son fundamentales para el periodista. Nada rompe barreras, desarma y predispone a la confidencialidad, la indiscreción e incluso la exclusión más que estar frente a un chico que viste peor que tú y al que puedes menospreciar.

El casual, entonces, rebautizado Herald Casual, Casal Tribune, Casual Post o Casual hoy (dejaremos el Shimbun informal para cuando se usa un kimono), debe ser el estilo periodístico de referencia: la chaqueta, para llevar, siempre arrugada, las camisas sin planchar -una mancha de tinta bien colocada da una nota de autenticidad-, los zapatos gastados para demostrarlo. Se han hecho muchos caminos, un vestuario mal emparejado, que denota la prisa de la profesión y la prisa del cierre … Esa es la percha para colgar de la independencia, la integridad y la profesión, y, mientras se escurre en busca de novedades, proclama con gracia: «No estoy buscando un Pulligan, sino un Pulitzer».

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