mayo 3, 2024

Jazzaldia: Maestro Franco D’Andrea | Cultura

Jazzaldia: Maestro Franco D'Andrea |  Cultura

El primer día del festival Jazzaldia de este año fue redondo y culminó con un excelente programa doble en la Plaza de la Trinidad. Por un momento pareció que no había pandemia: las máscaras, el alejamiento social y el aforo reducido estaban ahí, pero el cartel con los mejores artistas internacionales como Franco D’Andrea, Dave Douglas o Cécile McLorin Salvant recordaba las mejores veladas de la historia reciente del festival.

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En el jazz italiano, Stefano Bollani o Enrico Pieranunzi pueden ser los pianistas más populares, pero Franco D’Andrea es una figura de una importancia incomparable. El pianista representa una forma completamente genuina de abordar el jazz y la improvisación, mantenida firme a lo largo de su carrera, hasta hoy, con 80 años, aún creando música original al más alto nivel. Aparte de nombres como Alexander Von Schlippenbach o Martial Solal, este último ahora retirado, no hay ninguna figura europea activa en la especialidad de piano de D’Andrea, y es por eso que la oportunidad de escucharlo dos veces en el día inaugural de Jazzaldia fue tan especial este año. D’Andrea es la historia viva del jazz, uno de los grandes nombres de una generación que ya ha adquirido un estatus legendario, y con ese aura de veneración lo presentó el trompetista Dave Douglas en el concierto en el que compartieron escenario, consciente de la enorme talla del pianista.

El encuentro de estos dos referentes de distintas generaciones no fue inédito: ambos han colaborado en numerosas ocasiones, y Douglas es uno de los músicos estadounidenses que más sensibilidad ha mostrado por el jazz europeo en los últimos tiempos (lamentablemente para muchos norteamericanos el jazz solista se da dentro de las fronteras de su país). Por la mañana, en el Museo San Telmo, D’Andrea había ofrecido un exquisito recital de piano solo, mostrando el lado más íntimo de su personalidad musical, deconstruyendo temas como Naima o Zancadas por John Coltrane, Toma el tren A Duke Ellington o el clásico Yo tengo el ritmo de Gershwin, y jugando a voluntad con armonías y ritmos para transformar cada pieza en algo totalmente único.

La Plaza de la Trinidad de San Sebastián durante la jornada inaugural de la 56ª edición de Jazzaladia.
La Plaza de la Trinidad de San Sebastián durante la jornada inaugural de la 56ª edición de Jazzaladia.Javier Hernandez

En la Plaza de la Trinidad, el pianista actuó en cuarteto con Douglas, la contrabajista Federica Michisanti y el baterista Dan Weiss para un concierto completamente diferente al de la mañana. En este caso la música fue coral y completamente intuitiva, con altas dosis de comunicación entre los cuatro músicos, quienes desarrollaron los temas de manera decisiva e inspirada, siempre apuntando en la misma dirección. El piano y la trompeta de los líderes se entrelazaron con gracia o volaron solos, y ambos interpretaron solos escalofriantes, aunque todo el grupo ayudó a que el concierto fuera inolvidable, con una mención especial a la magnífica batería de Weiss. Música que, en esencia, no tiene nada de nuevo, pero que siempre ha sido tan libre y vibrante, que parece una pura vanguardia musical.

Expresividad imparable

Y pocas cosas pueden ser más vanguardistas hoy que basarse en la tradición, si se hace como lo hace Cécile McLorin Salvant. Es una cuestión de habilidad y, por supuesto, de personalidad: cualquiera puede imitar a los clásicos, pero reinterpretarlos con la magia y el carisma con que lo hace la mujer estadounidense es realmente difícil de ver. Incluso en un formato tan recogido como el que se presentó en San Sebastián -sólo voz y piano- la música del cantante es un verdadero torbellino, y no hubo el menor atisbo de limitación por el formato dúo: cada actuación sonaba como si estuviera ahí. donde no hay mejor manera de lidiar con eso. La pericia del pianista Sullivan Fortner, que empezó a tocar con McLorin Salvant hace unos años, tiene mucho que ver con esto, encontrándose con la difícil tarea de ocupar el lugar que dejó el fantástico Aaron Diehl, pero Fortner es uno de los mejores. pianistas del mundo.su generación, una voz luminosa en esa tradición reinterpretada que encarna a McLorin Salvant y un pareja excepcional para ella.

El concierto de la cantante fue pura perfección, todo terminado al extremo, pero también con gran pureza en la propuesta, sin la esterilidad que se puede presumir de algo tan mesurado. Tanto es así que es un tema de un musical de Kurt Weill que el cuchara de Willie Dixon, composiciones originales o incluso el Todo es colorido compartido por Triana y Lole y Manuel: la vocalista transmite a cada verso que canta, comunicándose con el piano de forma casi telepática para que toda la música que nace en el escenario esté al servicio del canto, y de esa expresividad desbordante que caracteriza su voz. Nada ha cambiado desde que entró en escena: no hay nadie en el jazz vocal de hoy que se le compare.