abril 27, 2024

Administración AMLO: Restaurar lo que no es | Opinión

Administración AMLO: Restaurar lo que no es |  Opinión
Un desempleado pide dinero a los automovilistas en la Ciudad de México en febrero de este año.Andrea Murcia / CUARTOSCURO

Este viernes tendremos la primera lectura de la tendencia de producción en México durante el primer trimestre del año. Todo indica, con los datos que tenemos a mano, que habrá un crecimiento en torno al 0% del PIB secuencial. Es decir, estancado respecto al trimestre anterior.

Cuando las economías experimentan choques de la magnitud que estamos experimentando a causa de la pandemia, es común ver un repunte significativo en el período siguiente. En la mayoría de los casos es un efecto comparativo; a medida que la producción disminuye significativamente, cualquier cambio en la misma en el período posterior es más evidente en términos porcentuales. México, por ejemplo, se contrajo 6.3% en 1995 y creció 6.8% al año siguiente. La crisis financiera de 2009 hizo que la producción aquí cayera un 5,3% y se recuperara un 5,1% en 2010.

En 2020, la caída del PIB mexicano fue de 8.3%, la segunda más grande en los últimos 120 años, solo después de 1932, estimada en alrededor del 14%. Es de esperar, suponiendo que la pandemia lo permita y no haya otro confinamiento masivo, que este año crezcamos alrededor de un 5%, según las previsiones más optimistas. Nada extraordinario, hay que añadirlo.

La economía estadounidense cayó un 3,5% el año pasado y las expectativas de recuperación para este año superan el 6%. A esto se le puede llamar recuperación, no solo un rebote de una caída. En cualquier caso, México terminará beneficiándose del apoyo fiscal multimillonario que le ha otorgado Estados Unidos para enfrentar el impacto de la pandemia y de los inmensos planes de infraestructura que el presidente Biden está comenzando a implementar.

Más que el repunte, lo que será relevante para México es el regreso a los niveles previos a la crisis, tanto en términos agregados como per cápita. Pero detengámonos aquí, ¿es ahí donde queremos volver? ¿A niveles prepandémicos? ¿A esas figuras económicas que luego criticamos tanto por su mediocridad? ¿Con ese crecimiento promedio del 2% que hoy parece casi una aspiración?

La inversión es el indicador que, desde mi punto de vista, nos brinda más información sobre las expectativas del comportamiento futuro de la economía. En este indicador, la realidad se enfrenta a las palabras. Una cosa es decir en qué país confiaría en invertir y otra, a veces muy diferente, es dónde se colocan realmente los activos de inversión. La formación bruta de capital fijo en México disminuyó 5.1% en noviembre de 2018. No puedo demostrar causalidad, pero me atrevería a argumentar que la cancelación de lo que habría sido el nuevo aeropuerto y, lo que es más importante, la forma en que se tomó la decisión de detenerlo proyecto. Al mes siguiente volvió a caer y en un campeón de confianza posiblemente inocente, se recuperó ligeramente a principios de 2019.

Posteriormente, mes tras mes, las inversiones cayeron. Y siguió cayendo cuando llegó el covid y se sintieron sus impactos. Tocó un mínimo en mayo del año pasado y ha mostrado cierta recuperación desde entonces. El dato más reciente que tenemos es de enero de este año y nos muestra que las inversiones están en niveles similares a los de mediados de 2006. Hemos perdido 15 años de inversión en dos miembros del gobierno.

La inversión extranjera directa también disminuyó. Los datos del Ministerio de Economía -siempre incompletos, hay que aclarar- muestran una reducción del 14,7% en las entradas al país en 2020. La balanza de pagos al cierre de 2020 muestra una salida de inversiones directas de 22.551 millones de dólares. Los recursos que ingresaron al país fueron inversiones de cartera. Ciertamente, algo de esto puede deberse al coronavirus, pero con las decisiones económicas tomadas, dudaría que esta fuera la única explicación.

La lista de decisiones que desalientan enormemente la inversión crece cada semana. Comenzó hace más de dos años con la cancelación del aeropuerto, pero en las últimas semanas hemos visto la repentina aprobación de la reforma de la Ley del Sector Eléctrico y la nueva Ley de Hidrocarburos.

Que a esta administración no le guste la inversión privada ya no debería sorprender a nadie. La sorpresa sería que, a pesar de todas las señales enviadas a los inversionistas, aún así decidieron poner sus recursos de manera consistente en México. No soy optimista, pero creo que dentro de la administración del presidente López Obrador deben empezar a ver qué les muestra la realidad para corregir el rumbo. Si eso no cambia, continuaremos esperando una recuperación que no sucederá.

Registrate aquí por Boletin informativo de EL PAÍS México y reciba todas las claves de información de la situación actual de este país