mayo 1, 2024

América Latina: ¿integración o alineación? | Opinión

América Latina: ¿integración o alineación?  |  Opinión
De izquierda a derecha, Daniel Ortega, Evo Morales, Hugo Chávez y Rafael Correa en la cumbre del ALBA 2009 en Venezuela.EFE

Las recientes elecciones en dos países andinos, Bolivia y Ecuador, muestran resultados que complican la reorientación política en América Latina. En Bolivia, la izquierda ganó la presidencia, con Luis Arce y el Movimiento por el Socialismo (MAS); en Ecuador, la derecha, con Guillermo Lasso y el Movimiento Generador de Oportunidades (CREO). Dos países vecinos, protagonistas de la corriente bolivariana hace una década, hoy adoptan caminos divergentes.

El ex canciller ecuatoriano Ricardo Patiño y el ex presidente Rafael Correa han sido muy activos en el proceso electoral, apoyando al candidato Andrés Arauz. En las declaraciones de ambos Sputnik, medio ruso que, como Rusia hoyA favor de las posiciones de la «revolución de la ciudad», Correa y Patiño pronosticaron que con el triunfo de Arauz se retomaría el proyecto de Unasur y se relanzaría la integración continental.

Según estos políticos ecuatorianos, el regreso de la izquierda al Palacio de Carondelet generaría una alianza automática boliviano-ecuatoriana que favorecería el fortalecimiento de los lazos entre Argentina y México, por un lado, y Venezuela, Nicaragua y Cuba, por otro. . . Ni más ni menos, un proyecto de gran concertación entre el Grupo Puebla y lo que queda de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América (ALBA).

El proyecto, al parecer, está tropezando ahora con el triunfo de la derecha ecuatoriana, pero cabe preguntarse por qué la llegada de Arauz a la presidencia fue fundamental para avanzar en la hipotética alianza. ¿Por qué, en definitiva, los nuevos gobiernos de la izquierda latinoamericana, el mexicano de Andrés Manuel López Obrador, el argentino de Alberto Fernández y el boliviano de Luis Arce, solos, adoptar un enfoque coherente con Venezuela? Nicaragua y Cuba?

La explicación requiere más análisis geopolítico y menos proselitismo ideológico. Tanto los gobiernos mexicano como argentino, así como los reconocidos líderes de la izquierda brasileña, uruguaya y chilena, que participan en el grupo de Puebla, han dejado claro que rechazan la forma en que Washington, la OEA y el grupo de Lima diseñar una política conflictiva contra Venezuela y el bloque bolivariano.

Pero esos mismos gobiernos y el grupo de Puebla han dado muestras de querer preservar la perspectiva interamericana. Para México es fundamental por el enorme peso de sus relaciones comerciales, migratorias y fronterizas con Estados Unidos. Para Argentina, y también para Bolivia, sus complicadas negociaciones con el FMI, el Banco Mundial y otras fuentes de crédito internacional deben mantenerse a flote.

A la izquierda se le atribuye una homogeneidad imposible en la superficie del debate latinoamericano. Nunca ha habido tanta homogeneidad, ni siquiera en tiempos de mayor hegemonía con Hugo Chávez en Venezuela, Lula y Dilma en Brasil, Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador. Con Chávez y, sobre todo, con su sucesor, Nicolás Maduro, hubo una ruptura en las redes internacionales de izquierda, sólo comparable en profundidad a la de Cuba durante la Guerra Fría.

La política estadounidense, como en el caso cubano, ha contribuido a profundizar esta brecha, especialmente con el gobierno de Donald Trump entre 2016 y 2020. Al parecer, una de las premisas de esa política, es el tratamiento de Venezuela, Nicaragua y Cuba como un bloque autoritario, probable que Washington lo neutralice, lo llevó a cabo el equipo del nuevo secretario de Estado, Antony Blinken.

A diferencia de Barack Obama, quien se relacionó casualmente con esos gobiernos y restableció los lazos con Cuba mientras mantenía la presión sobre Venezuela, la nueva administración Biden-Harris sigue la línea de la confrontación ideológica. En un contexto de creciente diversidad política regional, esta línea, en lugar de facilitar el consenso, puede alimentar polarizaciones.

En la época de Chávez y Lula siempre hubo gobiernos latinoamericanos, como el mexicano y el colombiano, que nunca se sumaron a la ola progresista. Bajo la administración Obama, estas tensiones se han utilizado para incentivar foros de integración como el Grupo de Río Ampliado y la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC). Hoy, sin embargo, la heterogeneidad política no favorece la integración sino alineaciones rivales.

El malentendido de que para que haya integración debe haber una coincidencia ideológica explica tanto el triunfalismo bolivariano ante la victoria de Arce como el desborde de expectativas en torno a la desafortunada elección de Arauz, así como las reservas de López Obrador y Fernández contra Venezuela. , Nicaragua y Cuba Si la corriente bolivariana manejara un concepto de integración más pragmático, sus diferencias con la otra izquierda no serían tan obvias y costosas.

Rafael Rojas él es un historiador.