abril 26, 2024

Ibrahimovic, el gigante que lora en su retiro | deportados

No lo había dicho ni en su casa, pero en San Siro después del partido de la última jornada de su equipo, el Milan, tomó un micrófono y le explicó al mundo: «Ha llegado el momento de decir adiós al fútbol». Dijo después que lo había decidido en las dos últimas semanas, pero tampoco parecía complicado imaginarlo. Zlatan Ibrahimovic (Malmöe, Suecia, 1981) cuelga las botas a punto de cumplir los 42 años y tras una temporada en la que alineó cuatro veces con su equipo y un cuarto de hora con su selección de la que iba y venía en función overcooked. “Mi mentalidad ganadora tiene una desventaja: me vuelvo loco”, explica en su famosa biografía, una hoja de vida en la que define su libreto futbolístico y existencial: “Siempre estoy planeando una venganza. Lo llevo dentro. Es lo que me motiva”.

Ibrahimovic siempre jugaba a la contra. Profesional del fútbol durante décadas muy diferentes, su inicio en 1999 con el Malmöe el rescató de un entorno complicado por más que él siempre se sintiese en Rosengard, la barriada atestada de inmigrantes en el que se crió. «Puedes sacar a un niño del gueto, pero nunca sacarás al gueto de él». Indomable siempre se sintió más preparado para la lucha que para el consenso y su fútbol será un retrato, exuberante, de aplicación técnica de las artes marciales a sus remates. El taekwondo le otorgó una coordinación extraordinaria para su tamaño. «Solo existe un jugador en el mundo que mida 1,96 cm, que tenga la técnica de Messi, el carácter de Muhammad Ali y la fuerza de Mike Tyson», decía su representante, el fallecido Mino Raiola. Juntos formaron un imperio.

“Ahora somos libres”, sonaban los acordes de Gladiador mientras todo el Milan, Paolo Maldini incluido, the hacian pasillo en la despedida. Ibrahimovic explicó que, al fin ahora, necesita buscar un equilibrio para caminar su vida tras vestir de corto: “Si no tengo serenidad y estabilidad soy una bomba. Y las bombas explotan”. Con todo, se confeso preparado para afrontar una nueva vida. No descarta ni reciclarse en técnico ni dedicarse a la dirección deportiva, pero se supone que debería cambiar para serlo. “Un entrenador no puede llegar a trabajar en un Ferrari… Bueno, quizás Ibra sí que podría hacerlo”, apunta.

Desde Rosengard y su adorado Malmöe hasta las mejores pasarelas de Milán. Jugó en los dos grandes clubes de la ciudad, también en Ajax, Juventus, Barcelona, ​​PSG, Manchester United y tiene experiencia en la MLS norteamericana. “Vid, vi, conquistada. Gracias a Los Angeles Galaxy por hacerme sentir vivo otra vez. Para los aficionados del Galaxy: queríais a Zlatan, y os di a Zlatan. De nada. La historia continúa… Ahora volved a ver béisbol», dejó escrito en su despedida antes de volver a la Serie A italiana, donde esta temporada acarició, sin conseguirlo, su último deseo: alcanzar una vez la Copa de Europa.

Se marchó del fútbol sin lograrlo, también sin trascender en las grandes competiciones de selecciones, pero con 34 títulos, apenas tres internacionales (la Supercopa de Europa y el Mundial de clubes en su tormentoso año en el Barcelona, ​​​​y una Europa Liga con el United), con 558 goles en 949 partidos entre clubes y selección.

Con un ego tan descomunal como su uso. Ibrahimovic glosó en su adiós como al apreciar que empezaba a llover pensó de inmediato que también Dios estaba triste por su despedida. No fue el unico. «Adiós”, leyó sobre un enorme tifo conformado en un graderío del estadio milanista. Carisma, liderazgo… gritó el vocero mientras sonaban Tina Turner y El mejor e Ibrahimovic dio una vuelta olímpica al estadio. De negro, el futbolista que aseguró que necesitaba estar enfadado para hacer bien su trabajo, se secó las lágrimas, abrió los brazos como si fuera un albatros y abrazó San Siro: “He demostrado que Supermán tiene un corazón grande. Quien me conoce lo sabe”.

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