Paloma Rodríguez, de 78 años, el 1 de abril de 2020, recién dada de alta como paciente de covid-19, fue violenta cuando su hija le pidió que volviera a casa para recuperarse. Prefirió volver a Trabensol, el complejo habitacional que comparte con sus otros compañeros. Trabensol es una experiencia de covivienda o Construcción colaborativa iniciada en 2013 en Torremocha del Jarama (Madrid). En medio del debate sobre cómo abordar la atención a las personas mayores, uno de los objetivos de la pandemia, se reivindicaron ejemplos de autogestión de la vivienda colaborativa durante las cinco oleadas de la pandemia como alternativa para abordar los efectos de una crisis de salud.
“Estar aquí cuando me enfermé y poder recuperarme fue un regalo. No tuve que salir de mi departamento, lo tenía todo en la puerta y además me seguían monitoreando médicamente ”, explica Rodríguez. anciano covivienda Es una fórmula de convivencia en la que las viviendas particulares se integran con los espacios comunes y en la que sus socios gestionan el edificio en el que residen y las actividades que desarrollan. «El riesgo de covid-19 es el mismo que en una residencia, pero la forma de combatirlo es diferente, manejar una crisis de salud es más fácil en covivienda“Dice José Antonio Medina, catedrático de Antropología Social, Psicología Básica y Salud Pública de la Universidad Pablo Olavide de Sevilla y experto en este modelo.
La capacidad de los miembros de estos hogares colaborativos para organizar su vida diaria, con la posibilidad de decidir sobre todo lo que allí ocurra, favorece, según Medina, «una mayor capacidad de resiliencia ante las dificultades, mientras que en las residencias una mayor dependencia se genera. «. “La clave aquí fue la participación absoluta de los socios, todas las medidas se tomaron por consenso. Han decidido vivir así, no los han traído, tienen independencia y autonomía ”, explica Pedro Montosa, director general del Residencial Santa Clara, en Málaga, la fórmula de vivienda colaborativa pionera en España, que entró en funcionamiento en junio de 2001 En 113 miembros residen en su conjunto. “Tuvimos un brote en la segunda ola que afectó a 11 vecinos y nueve baños, el nivel de contagio fue muy bajo porque vivimos en espacios independientes”, explica Montosa, quien cree que esta es una de las claves del éxito de este modelo pandémico.
Trabensol, con 80 habitantes, es uno de los pocos covivienda activas en España – hay unas 10 – en las que se han registrado muertes por covid. “Tuvimos ocho hospitalizados, tres de los cuales murieron. Desde marzo del año pasado no hemos tenido nada más positivo, recuerda Jaime Moreno, residente y su responsable de comunicaciones. “Contamos con personal contratado que se encarga de la limpieza, lavandería y comedor. Aún queda comida en la puerta de nuestros apartamentos si no queremos bajar al comedor [que reabrió en agosto de este año] en recipientes desechables y vienen a recogernos y traernos la ropa ”, explica.
Todos los ejemplos de vivienda colaborativa han adoptado drásticas restricciones en los espacios comunes, suspendiendo actividades colectivas, medidas que han comenzado a relajar a medida que se ha completado el programa de vacunación, retomando determinadas actividades como talleres, cines, baños terapéuticos e incluso fiestas de cumpleaños. Pero siempre con mascarilla, ventilación y guardando distancias. «La pandemia nos ha hecho conscientes de la importancia de las medidas de seguridad extremas y que nuestras decisiones afectan a todos», explica Ernesto Cabello, presidente de Convivir, un covivienda que se instaló hace seis años en Horcajo de Santiago, en Cuenca.
“Para un modelo como el nuestro que combina la vida independiente con las actividades colectivas, haber cortado esta última casi de raíz ha sido muy difícil por el tiempo que ha durado y a muchos les ha costado asimilar”, reconoce Moreno. La sensación de cansancio y exasperación entre la pareja se generaliza después de más de un año de limitaciones, pero la implicación en el propio cuidado es uno de los elementos que marcan el éxito de esta forma de convivencia. “Nuestro sistema de montaje puede ralentizar el proceso de toma de decisiones, pero una vez adoptado, todos se sienten corresponsables y por eso el grado de cumplimiento ha sido más efectivo”, dice Cabello.
“En la residencia prevalece el modelo de atención; En la vivienda colaborativa, los residentes se involucran en la gestión, porque es su hogar. La diferencia no está en el equipamiento, está en el modelo de gestión ”, Pedro Ponce, especialista en abunda convivencia senior. El grado de autonomía también le permite servir mejor a los socios dependientes. «Aquí tenemos más de 80 años y aunque tenemos profesionales que los atienden, nuestro modelo de convivencia permite a los que podemos usarnos cuidarlo de una manera más directa», explica Moreno, quien recuerda tener personal que cuidarlos. de miembros con más necesidades.
Estas cooperativas también han entendido la importancia crucial de la atención médica. “Desde el principio nos dimos cuenta de que el personal sanitario sería fundamental, por lo que contratamos a un gerontólogo a tiempo parcial y ampliamos la plantilla para cubrir las bajas laborales de los profesionales infectados”, explica Montosa. La conciencia de la vacunación está completa. En los centros consultados, tanto los residentes -salvo casos excepcionales y por motivos de salud- como los trabajadores disponen de la guía completa, pero, como en el caso de Santa Clara o Convivir, también adoptan medidas de seguridad más estrictas que las de los protocolos. de sus comunidades autónomas, como exigir PCR o pruebas de antígenos para los empleados que regresan de vacaciones. «Esto ha contenido la propagación de infecciones», reconoce Montosa.
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La implicación de la Administración
Aquellos que apoyan el covivienda no se oponen a las residencias, pero quieren impulsar la promoción de otro tipo de políticas de envejecimiento por parte de la Administración. «Hay opciones más allá de renunciar a vivir solo o terminar en un centro para personas mayores», dice Medina. Pilar Rodríguez, filósofa, socióloga, gerontóloga y presidenta de la Fundación Pilares, apoya la aplicación de una especie de modelo covivienda en centros para personas mayores. «Tenemos que trabajar en la división, en crear pequeñas unidades o grupos de convivencia dentro de las residencias para recuperar la vida doméstica y respetar la trayectoria de vida de cada anciano y poder tratarlo individualmente y satisfacer sus gustos y necesidades», apunta. fuera. . «Pero este cambio debe ser liderado por las administraciones», advierte.
La ausencia de regulación específica, financiación y la falta de oferta pública de suelo son los principales obstáculos a la hora de establecer un Asociación doméstica. “Los municipios, las comunidades o el gobierno central carecen de una política de vivienda clara centrada en las personas mayores más allá de proporcionar viviendas asequibles. Los mayores no piden nuevos pisos y marcharse es quedarse solos en casa o ser enviados a una residencia ”, subraya Medina, que pide un cambio de actitud en la Administración aprovechando el debate sobre la asistencia a las personas mayores.
“Después de este año loco, estoy más convencida de que nuestro estilo de vida nos prepara mejor para afrontar este tipo de situaciones, especialmente entre las personas mayores de 80 años”, subraya Paloma Rodríguez. Introducir parte del sistema de autogestión de covivienda en la dirección de las residencias es una máxima que no todo el mundo ve plausible. “Este modelo es ideal desde el punto de vista personal, pero no es realista, ni es accesible a todas las clases sociales”, dice Luis Miguel Rondón, miembro de la Asociación de Directores y Gerentes de Servicios Sociales.
El promedio pagado por los accionistas de una covivienda senior Varía según el tamaño del apartamento, los servicios y las necesidades. La media en Convivir es de 900 euros y la oferta en Santa-Clara varía entre esa cantidad y los 1.200 euros. «El mayor gasto es la inversión inicial», reconoce Cabello. La primera cantidad a transferir ronda los 160.000 euros, dice Ponce. “Al final cuesta menos que tu propia casa, porque incluye servicios comunes, actividades, cuidados profesionales…”, abunda. “Suena muy bien, pero el bienestar colectivo es otra cosa y la realidad es que en nuestro país muchas residencias están en manos de empresas de inversión internacionales. Esta crisis ha demostrado que es necesario apostar por un sistema público que ponga a las personas mayores en el centro ”, subraya Rondón.
Impulsos autónomos
“La covivienda es una iniciativa de la sociedad civil que ha pasado a administraciones que no tienen un modelo que la regule”, explica Pilar Rodríguez. “Necesitamos el apoyo de las instituciones públicas, del Imserso y de las Comunidades Autónomas”, afirma Pedro Ponce que, con diversas iniciativas de covivienda, ha presentado solicitudes de fondos europeos Next Generation para destinarlos a la promoción de este tipo de modelos de convivencia. especialmente en la realización. Asturias ha creado legislación específica y Murcia ha puesto en marcha una línea de ayudas. En Castilla-La Mancha, varios municipios han impulsado la vivienda social y en Alicante, el Ayuntamiento ha hecho lo propio con un modelo de vivienda intergeneracional.
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