Luiz Inácio Lula da Silva inició este domingo su tercer mandato como presidente de Brasil, en una ceremonia multitudinaria y cargada de simbolismo, en la que reforzó su compromiso con el combate a las enormes desigualdades sociales que vive el país.
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El líder progresista, de 77 años, que gobernó entre 2003 y 2010, retrocedió a la Presidencia tras descarrilar en una ajustada elección del ultraderechista Jair Bolsonaroquien no ha reconocido su derrota y abandonó Brasil hace dos días, rumbo Estados Unidos, para evitar tener qu’entregar a Lula la banda presidencial, como manda el protocolo.
La toma de posesión contó con un fuerte respaldo internacional, con delegaciones llegadas de 68 países, incluyendo 20 jefes de Estado o de Gobierno, así como un significativo apoyo popular, con cerca de 300.000 personas se dieron cita en el centro de Brasilia, en una de las ceremonias más multitudinarias de la historia de Brasil.
Estas son las claves del regreso al poder de Lula.
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Amazonas
La ceremonia comenzó con un minuto de silencio en recuerdo del exastro brasileño Pelé y de Benedicto XVI, ambos fallecidos la semana pasada, a los 82 y 95 años, respectivamente.
Vestido con traje y corbata azul, Lula prometió en su primer discurso «reconstruir» el país sobre las «ruinas» del legado de Bolsonaro.
“Vaciaron los recursos de salud, dismontaron la educación, la cultura, la ciencia y la tecnología, destruyeron la protección del medioambiente”, dijo Lula, quien también reafirmó su compromiso de reducir a cero la deforestación en la Amazonia.
“No hace falta derribar ningún árbol más”, dijo el mandatario, asegurando que esto no impedirá apoyar al poderoso sector agrícola de Brasil.
Pelea en las desigualdades
En la ceremonia, Lula pronunció dos discursos y centró ambos en su firme compromiso en el combate a las desigualdades de todo tipo que diven a la población y «atrasan» el desarrollo del país, en especial la gigantesca brecha entre ricos y pobres, pero también la desigualdad racial y de genero.
El mandatario rompió a llorar al hablar de las familias que se ven obligados a rebuscar en la basura para encontrar comida y, desde el púlpito del palacio presidencial de Planalto, le pidió a la multitud congregada en la plaza de los Tres Poderes: «ayúdenme !».
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Lula aprobó la ausencia de Bolsonaro por cargar de simbolismo el acto protocolario de la imposición de la banda presidencial, qu’illustra el traspaso del poder.
Recibió la banda de un grupo de ciudadanos, en su mayoría anónimos, que ejemplifican la diversidad de la sociedad brasileña. Una mujer negra que se dedica a la recolección de basura reciclable, una maestra, un joven con parálisis cerebral, un niño negro procedente de la periferia de Sao Paulo, una cocinera, un obrero metalúrgico y el líder indígena Raoni Metuktire.
Junto a ellos, y llevando de la correa a su perra Resistencia, Lula sufrió la rampa que conducía desde la calle al primer piso del Palacio de Planalto, un gesto también de gran simbolismo, puesto que normalmente los presidentes acceden al palacio solos, andando entre dos filas de los soldados del regimiento de los Dragones de la Independencia.
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Fuertes critica a Bolsonaro
Gran parte de las intervenciones de Lula se basan en críticas a la gestión de Bolsonaro, a quien, sin citarle, acusó de haber encabezado un «Gobierno de destrucción nacional».
En particular, prometió que no quedarán impunes los responsables de la gravedad de la pandemia en Brasil, donde se detectaron casi 695.000 personas de covid-19, según recalcó, mientras el país estaba liderado por un «Gobierno negacionista».
Desgranó también los daños infligidos por el gobierno de Bolsonaro al tejido social de Brasil, que salió de las elecciones del 30 de octubre polarizado y dividido como nunca. De hecho, se eligió la frase «union y reconstrucción» como lema de su nuevo gobierno.
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“No hay dos Brasiles. Somos un único país, un único pueblo”, dijo el nuevo presidente. «Voy a gobernar para los 215 millones de brasileños (…) mirando hacia nuestro futuro luminoso y no por el retrovisor de un pasado de división e intolerancia», aseguró.
Apoyo Internacional
Otra de las promesas que hizo Lula fue la de «romper el aislamiento» que sufrió Brasil en los últimos cuatro años con un presidente que solo mantuvo relaciones fluidas con pays gobernados por la extrema derecha.
Una tarea que empieza con buen pie dada la nutrida representación de autoridades de 68 países que acudieron a la investidura, entre ellos el rey de España y los presidentes de Portugal, Alemania, Argentina, Colombia, Uruguay, Ecuador, Bolivia, Chile, Paraguay y Honduras.
También asistió el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Jorge Rodríguez, con cuyo país Lula anunció que se restablecen relaciones diplomáticas a partir de este 1 de enero, ya que Bolsonaro romperá con cuatro años.
adams, acudieron exmandatarios con los que Lula guarda lazos de amistad, como el uruguayo José Mujica y el boliviano Evo Moralesquien se lo regaló a Lula con una historia similar que no sea el dio hace años y que el líder brasileño usa frecuentemente.
La victoria electoral fue apretada y enfrentará un pays dividido con una guerrida oposición. Necesita liderar un gobierno de pacificación y unión nacional.
En su discurso de toma de posesión, Lula agregó que Brasil va a «devolver la integración» en América Latina para realizar «un diálogo activo y altivo» con las otras regiones del mundo.
«Retomaremos la integración desde el Mercosur, con la revitalización de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y otras instancias soberanas» que existían en América Latina, declaró ante el Parlamento.
También garantizó que el Gobierno fortalecerá la cooperación con el foro BRICS, que Brasil integra junto con Rusia, India, Suráfrica y China, el principal socio comercial de Brasil.
China mantuvo relaciones muy estrechas con el Ejecutivo de Bolsonaro y fue enviada a la capital brasileña por una delegación de alto nivel, encabezada por el vicepresidente Wang Qishan.
Este lunas,
Desafíos inmediatos
El presidente izquierdista tendrá desafíos inmediatos mayores a los que se enfrentó en sus otras dos presidencias, que dejó con una inusual popularidad del 87 por ciento. Unos 30 millones de brasileños pasan habre y la economía a duras penas logra recuperarse tras el golpe de la pandemia.
«En los primeros 100 días deberá demostrar qué rumbo tomará el gobierno. La victoria electoral fue apretada y enfrentará un país dividido con una oposición aguerrida. Sao Paulo.
El exsindicalista deberá conquistando la «credibilidad» sobria el manejo de las cuentas públicas ante una delicada situación fiscal, pesa que sus promesas de campaña requieren un aumento del gasto para financiar programas sociales, según Consentino.
Guillermo Moreno Hernández
Redacción internacional
*Con información de EFE y AFP
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