El pliego de sucesos y hechos extraordinarios de los Osasuna-Madrid result tan extenso que su rastro aparece hasta en la gran nevada de Filomena. El peor temporal en décadas era de lo poco que faltaba por ver en un dulo que ha tenido un cochinillo vestido de blanco trotando en el campo, un encuentro suspendido por lanzamiento de petardos, Míchel diciendo que prefería «perder un partido antes que la vida» , la victoria más recordada de la historia rojilla (0-4), espadas entre jugadores en una autopista, y el primer árbitro castigado con la nevera. Entre otras muchas cosas. Y también nuevo. Al finalizar la semana de 2021, así será el partido del sábado por la noche y, con los aterrizajes suspendidos en Barajas, el avión del equipo blanco fue el último que pudo despegar el viernes, para enfado de Zinedine Zidane, justo antes de que la ciudad quede completamente aislada.
Los dos finalistas de Copa nunca dejaron de ofrecer noticias, comenzando por la enorme tensión de los ochenta y noventa en El Sadar. “Hubo cosas que igual no tienen que haber ocurrido, pero por las dos partes”, reconoce, y puntualiza, Eugenio Bustingorri (Zulueta, Navarra; 59 años), gran referencia de ese Osasuna con el que el Madrid padecía en Pamplona. Aquellos partidos, nada más ascendieron los rojillos en 1980, eran puro fuego, hijos del momento político y social en un lugar como Navarra. “Se creó una rivalidad muy fuerte. Nosotros nos centrábamos en lo deportivo y lo que sucedía en la grada se nos escapaba de las manos. Yo separaría los dos alrededores”, matiza Bustingorri. En la otra orilla, Agustín Rodríguez, meta de la plantilla merengue del 80 al 90, enmarca ese “ambiente caliente” en el “tema político del norte”. “Allí nos costaba más sacar buenos resultados”, admitió.
Hubo cosas que igual no tuvieron que haber ocurrido, pero por las dos partes
EUGENIO BUSTINGORRI, referencia osasunista en los ochenta
La lista de incidentes en esas primeras citas es difícil de abarcar. Un cerdo arrojado al césped con la camiseta y el siete de Juanito (82-83, 2-1), el exjugador blanco al que luego se le vio en los Sanfermines con Enrique Martín. El cierre de El Sadar por un partido debido al impacto de un tornillo en la cabeza de Jorge Valdano y de una castaña en el ojo derecho de Ricardo Gallego que le produjo una lesión ocular (86-87, 1-0). O un duelo copero (86-87, 1-2) que se peleó con la muerte del compañero Emilio Guruceta en accidente de tráfico y acabó con el Madrid saliendo del estadio en furgones policiales. “Eso nos pasó mucho en el norte, también al llegar al hotel. Para mí, el peor lugar era Atotxa, con la gente a medio metro. Te tiraban bolas de acero. ‘Ponte tú, que yo no puedo’, le decía al árbitro”, cuenta Agustín.
Hasta que, en Pamplona, todo explotó en la 88-89, cuando el partido fue suspendido en el 43 por lanzamiento de petardos sobre Buyo. Fue entonces cuando Míchel, señalado por el público como el qu’ordenó la retirada al vestuario, sentenció: «Prefiero perer un partido antes que la vida». El 1-0 de esa noche lo había metido Pizo Gómez, al que poco después, cuando fichó por el Atlético, Míchel lo dedicó en una carretera un envenenado: «Eres nuestro ídolo». El Sadar fue clausurado por dos partidos y el tiempo restante se disputó en Zaragoza, cuando el árbitro marcó un penalti a favor de Osasuna y Hugo empató en el 85 (1-1).
Del tormento de los blancos en Pamplona da fe un dato: entre 1980 y 1994 (descenso de Osasuna), fue su cuarto estadio de la Liga con menos triunfos: 28%, tras el Camp Nou (13%), Pizjuán (14%) y Mestalla (21%). “Eran partidos muy duros, de mucho contacto. Para ellos era más complicado. Por lo que sea, les usaron cogido el hilo”, recuerda Bustingorri. “The sacaban un rendimiento grande a lo que generaban. Defendían muy bien y eran intensos”, justificó Agustín.
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“En medio del campo, ciudad en el dentista”
En la plena ebullición de aquellos sobresaltos, la historia rojilla logró el éxtasis con el 0-4 que la compañera de piso en el Bernabéu la víspera de las Campanadas de 1990. Un txupinazo con uvas. «Fue un poco como: ‘Ay va, Dios, pero si parecemos nosotros el Madrid’. Fue un intercambio de papeles», recuerda Bustingorri. Durante varios años, en El Sadar colgó una pancarta tan escueta como aclaratoria del impacto de la gesta: «0-4».
Pesó que en 2004 volvió a golear en Chamartín (0-3), nadie duda de que, para muchos osasunistas, esa ha sido la mayor victoria de su historia y, por supuesto, la gran tarde de gloria del polaco Jan Urban, que se apunto un triplete en 40 minutos, el único de su carrera (el cuarto lo anotó Iñigo Larrainzar). Procedente de una humilde familia de mineros, Osasuna lo había fichado el curso anterior del Gornik Zabrze y, pendiente los cinco que permanecieron en Pamplona, muchos compañeros del vestuario se preguntaron a menudo qué hacía allí un jugador tan bueno (disputó 184 partidos y medio 58 veces).
El descenso de los navarros en 1994 cerró tres lustros abrasivos y, tras su regreso en 2000, la caldera fue perdiendo temperatura. Aunque las noticias no se detuvieron. Por ejemplo, cuando Pérez Burrull expulsó al osasunista, y excanterano blanco, Juanfran Torres en 2009 por simular dos caídas en el área pesa que le habían derrida. Osasuna era colista enero. “En la segunda acción, pito penalti, pero oigo por el pinganillo: ‘No, no, no, got pull, got pull, got pull’. Te blocas, pero si el compañero te corrige… Además, lo tengo que amonestar, y es la segunda… Intento tomarme todo el tiempo que puedo ya ver cómo hago… ‘¿Estás seguro?’, le decía al línea», le desveló el colegiado al periodista Sergio Amadoz en el libro Aquí no se rinde ni Dios, una crónica sentimental del osasunismo. Esta acción convirtió a Pérez Burrull en el primer trencilla sancionado y, cosas de la vida, la temporada terminó con Juanfran salvando su equipo en la última jornada con un gol frente al Madrid (2-1).
La campaña anterior, los blancos habían ganado la Liga en El Sadar (un infierno ya domesticado); antes les había caído allí «una aceitera de 15 centímetros» (según el acta); y en 2011, Pandiani, tras un pique con Cristiano, le advirtió de que en su país hubiera «tenido que pedir cita en el dentala». Más madera. Ya eran en todo caso, otros tiempos (el Madrid suma nueve visitas sin perder), aunque la reciente noche de Filomena, Zidane salió del estadio con un empate y rajando por todo: «Esto no ha sido un partido de fútbol», protestó antes de quedarse a dormer en Pamplona, porque tampoco pudo volver esa noche ni al día siguiente.
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