abril 18, 2024

Reforma tributaria colombiana: no es culpa de otros | Opinión

Reforma tributaria colombiana: no es culpa de otros |  Opinión
Manifestación contra la reforma tributaria del gobierno de Iván Duque, en Bogotá, el 29 de abril.LUISA GONZALEZ / Reuters

Tres días seguidos con el grito de indignación transformado en cacerolazos, pitos y arengas deslizándose entre las máscaras de los narcotraficantes. Nada pudo contener la solicitud de huelga como sucedió en noviembre pasado. Las calles vuelven a ser escenario de desacuerdo e incertidumbre, del rechazo a una necesaria propuesta de reforma tributaria, pero sin consenso cuando los datos confirman que Colombia ha vuelto a caer en la pobreza desde hace una década. 42,5% de la población, 21 millones de personas, miles de familias que no pueden comer dos veces al día. Si comen.

Las imágenes se repiten después de cada protesta. Al final del día, hombres y mujeres de todas las edades caminan exhaustos en busca de transporte a sus hogares. Los revisionistas derriban las estatuas, en los territorios se expresa el descontento con el asesinato de líderes sociales, y las ciudades no logran recuperar la normalidad porque la autoridad no existe, solo tiene una forma de represión.

Después de cada marcha, el presidente Iván Duque aparece diciendo que todo es vandalismo criminal, pero no. La marcha está degradada, sí, los comercios son saqueados, hasta las estaciones de transporte son atacadas, pero la realidad es que la gente está desesperada y la mayoría está protestando pacíficamente.

Las voces de los dirigentes adquieren un tono de desesperación, como la del expresidente Álvaro Uribe que pide llevar al ejército a la plaza minutos después de pedir consentimiento; el del expresidente César Gaviria que dice que no lo silenciarán, que no le tenía miedo a Pablo Escobar! Otros de la oposición como Cambio Radical se hacen oír a través de los espacios mediáticos, los de Colombia Humana de Gustavo Petro son señalados como responsables de los excesos porque están en sintonía con la angustia de la gente. Todo es siempre culpa de los demás, Petro, venezolanos, Santisti, ambientalistas, todos menos ellos mismos.

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Pero la huelga continúa, se repite para el próximo 19 de mayo y con los indígenas unidos. No hay interlocutores y todo parece un diálogo sordo, gritan los dirigentes de los centros obreros, el mandatario sigue apareciendo en televisión todas las tardes para contar las pocas vacunas que logró manejar cuando Colombia, según World Data, esta semana, está el cuarto país con la tasa de mortalidad más alta después de Brasil e India. Como si nada de lo que pasó fuera con él. Como quien está convencido de que el camino trazado es el correcto. Los focos de televisión difuminan la vista. La soberbia de las acusaciones siempre acusa inexperiencia.

Desempleo, impuestos y vacunación lenta en año electoral. Un cóctel perfecto que no revela la realidad a la que nos enfrentamos. El desacuerdo viene por detrás, por una ruptura no curada entre instituciones y ciudadanos y por una paz desencadenada. Hoy es una cuestión sustancial que necesita mucho más para retirar un texto de una reforma que para presentar otro sin antecedentes ni solución.

Algunos hablan de la necesidad de un nuevo diálogo nacional preocupado Bloomberg Ya ha llamado a nuestros bonos en el mercado internacional: bonos basura. ¿Qué tan realista es hablar de consentimiento? No lo sé. Pero está claro que con la pobreza en 42,5%, la protesta social se hará más fuerte y no habrá patrono que pueda seguir generando empleo ni ciudadanos que se sientan seguros cuando salgan a la calle. Y esto nos obliga a posponer decisiones que ya no están esperando. Se debe aconsejar al presidente, sus ministros, que busquen inspiración en cómo Joe Biden en sus primeros 100 días logró recuperar algo de esperanza para su nación, el respeto por la política.

Es cierto que, dentro de la unión de la llamada oposición de liberales, verdes, izquierdistas e incluso algunos del propio Centro Democrático, un espacio para la construcción no es fácil, pero es con ellos que debemos hacer una nación. Es con todos, si queremos obtener fondos para programas sociales urgentes y crédito internacional, es con la academia y con cientos de mentes brillantes en este país, listos para contribuir.

Fedesarrollo propuso un nuevo contrato social que debía firmarse. Las reformas para una Colombia después de la convivencia con enfoques sociales que buscan universalizar la protección previsional de las personas mayores, un ingreso mínimo mensual que unificará los programas de subsidios en uno solo fijo para las familias en situación de pobreza, la reforma laboral, que también debe ser acordado. Esa palabra que fue ignorada.

De ser posible un consenso nacional, serían varias las decisiones que se verían obligados a tomar para recuperar algo de confianza en la ciudadanía: reforma policial, congelar los sueldos del Congreso o reducirlos, e incluso explorar nuevos diálogos para ser parte de la paz con el ELN.

No hay crisis en la que no caigan las cabezas. Y para que este gobierno no tenga que cortarlos, es mejor que algunos ministros hagan un mea culpa y dejen que otros vengan a reconstruir. El tiempo del presidente se acaba y mientras tanto los cerca de 50 candidatos en las próximas elecciones guardan silencio. Vale la pena saber cómo pretenden sacar a Colombia de esta encrucijada antes de recibir a un país en cenizas.

¿Qué tal empezar reconociendo que se han equivocado, que están asumiendo la responsabilidad política, que están a punto de reconstruir la carretera? es mucho para preguntar?

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