abril 23, 2025

Aeropuerto de El Prat: Divide no es un nombre ruso | Opinión

Aeropuerto de El Prat: Divide no es un nombre ruso |  Opinión
El 29 de junio, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, saludó al presidente de la Generalitat Pere Aragonés en el Palacio de la Moncloa.
El 29 de junio, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, saludó al presidente de la Generalitat Pere Aragonés en el Palacio de la Moncloa.Andrea Comas

Más información

Como saben, Alemania tiene un sistema particular para identificar los diferentes partidos políticos. Consiste en darle a cada uno un color: negro para la CDU, por ejemplo, rojo para los socialistas, amarillo para los liberales y verde para los verdes. Ahora que están en la campaña electoral, las posibilidades de un futuro gobierno de coalición están indicadas por diferentes combinaciones de colores, a menudo representadas como banderas de países. Según las encuestas, en este momento las coaliciones con más posibilidades serían las Kenia (rojo, negro, verde), Alemania (negro, rojo, amarillo) o el semáforos (rojo amarillo verde). Y si hay una clara mayoría de votos de izquierda y verde, la posible coalición es lo que ellos llaman rojo (SPD) -rojo (Linke) -verde, aunque sea poco probable.

Si les digo esto, es porque asume que todos pueden estar de acuerdo con todos. Siempre excluyendo a los populistas nacionales de la AfD, por supuesto. Son cosas de política consensual y posideológica. En cambio, tendríamos el contramodelo, el ideológico polarizado, la política como un enfrentamiento permanente y vetos cruzados. Aquí solo caben los pactos intrabloque, rojo y azul (recordemos que cuando Ciudadanos quiso romper las fronteras de su bloque pactando con el PSOE en Murcia, le costó su práctica desaparición). Y tampoco nada garantiza que estos bloques no se arrancarán en algún punto de las divisiones internas. El verbo que mejor sabemos combinar en nuestra política es, por tanto, dividir. Ahora lo vemos paradigmáticamente en la disputa por El Prat. Cuando llega el momento de concretar una inversión estatal en infraestructura que venía pidiendo durante años, las discrepancias entre una y otra lo frustran. La Generalitat aparece dividida y el Gobierno también. En ambos lugares, algunos celebran que no se llevará a cabo y otros lamentan que no se lleve a cabo.

Lo curioso es que no es solo el factor medioambiental el que interviene aquí. También existe, al menos en un sector de la vertiente catalana, la necesidad de mantener vivo el discurso de resentimiento contra el Estado, algo presente en las declaraciones de Aragonés una vez retirado el proyecto. Aquí radica la idea de que al final lo que importa es la mesa política: no intentes comprarnos con inversiones, satisface nuestra demanda política. Pero esto, como sabemos, siempre ha estado alimentado por el recurso a la denuncia derivada de la ausencia de tales inversiones. Y es mucho más fácil para el gobierno satisfacer esto último que con demandas políticas. Aunque, ojo, esto ya no está claro. Una importante fuente de contienda futura en nuestro país vendrá del reparto territorial de las inversiones, de la nueva brecha entre la España vacía y la otra.

Muchas de nuestras divisiones responden a la lógica necesidad de los partidos de diferenciarse entre sí en torno a las principales líneas divisorias, la nacional / identidad, la económica o la nueva entre valores materialistas y posmaterialistas, tan presentes en la cuestión ecológica. Pero una cosa es diferenciarse y otra vetarse, persistir en las diferencias en lugar de intentar disolverlas, restar en lugar de sumar. El que cae o el frustrado cae. Dividir no es un nombre ruso, es el ejercicio habitual de la política en España.