abril 26, 2024

Iván Duque enfrenta críticas de su partido por manejar protestas en Colombia | Internacional

Iván Duque enfrenta críticas de su partido por manejar protestas en Colombia |  Internacional
Iván Duque, durante un encuentro con autoridades y manifestantes, este lunes en Cali (Colombia).Nicolás Galeano / EFE

El presidente de Colombia, Iván Duque, viajó este lunes a Cali en medio de la grave crisis política y social que vive el país. Unas horas antes de subir al avión, le aseguró que no, que no iría a la ciudad donde se están produciendo episodios más violentos para no distraer el trabajo de la policía con su presencia. Sin embargo, rectificó tras las fuertes críticas que le han lanzado algunos políticos de su propio partido y las imágenes de civiles armados enfrentándose a los manifestantes para evitar nuevos bloqueos. Duque intenta calmar una epidemia social que amenaza con hacer ingobernable su último año en el cargo.

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Los últimos en mostrar su disgusto al presidente, cada vez en una situación más difícil a medida que aumenta la tensión en las calles, son los miembros de su formación, el derechista Centro Democrático. “El presidente Iván Duque dijo que para no distraer el trabajo de la policía, no vendrá a Cali. Para no distraer al banquillo, con su abandono por parte de mi ciudad, renuncio al vocero del Centro Democrático ”, anunció en Twitter un senador de la región, Gabriel Velasco. Otra senadora de su partido, Paloma Valencia, ha lanzado un llamamiento público para llevar a cabo «una acción militar vigorosa y sostenida para restaurar el orden público».

Duque respondió a la llamada. Las escenas que vinieron de Cali fueron inquietantes. El domingo por la noche, ordenó el mayor despliegue policial del que es capaz el estado. Pidió a la guardia indígena, uno de los líderes de la protesta, regresar a sus territorios para evitar enfrentamientos. Los indígenas fueron baleados por hombres armados vestidos de civil cuando intentaban establecer puestos de control y bloquear automóviles en las zonas acomodadas de Cali. La tensión fue máxima.

Al amanecer, Duque voló en el avión presidencial a Cali, un viaje de 35 minutos. Allí realizó un consejo de seguridad pública y conversó con el alcalde de esa ciudad, Jorge Iván Ospina, y el gobernador de esa región. A las cuatro horas regresó a Bogotá, donde lo esperaba una reunión con representantes del comité de huelga. El éxito de estas negociaciones dependerá en gran medida del futuro de Duque, a quien le quedan 15 meses en el poder.

Un hombre participa en un bloqueo en el sur de Cali (Colombia).
Un hombre participa en un bloqueo en el sur de Cali (Colombia).Pablo Rodríguez / EFE

Un país bloqueado -o en ocasiones a medio acelerador-, con gran incertidumbre y cuestionado por instituciones internacionales por la actuación de la policía durante las protestas, convertiría en un desierto el final de su mandato. Porque, según sus propias proyecciones, aún le quedan deberes por hacer, como impulsar una nueva reforma tributaria, esta vez más consensuada. Colombia, sin nuevas reglas tributarias, corre el riesgo de aumentar su deuda y caer en bonos basura, según analistas económicos. Duque está convencido de que es lo mejor para el país, aun a riesgo de comprometer su popularidad, que a estas alturas está muy conmovida. Él cree, según quienes lo conocen, que se acabará el tiempo para demostrar que tiene razón.

Pero primero tiene que tomar medidas enérgicas contra las protestas que durarán dos semanas. Comenzaron por su desacuerdo con la reforma tributaria. Duque lo retiró y se deshizo de su ministro de Finanzas que lo había diseñado. La carretera no se ha estabilizado. Anunció que los militares irían a patrullar las calles para tratar de mantener el orden, pero el descontento no hizo más que aumentar.

Ahora, desde su partido, que intenta recuperarse del golpe de impopularidad que debió sustentar la subida de impuestos, le piden que tenga mano más fuerte. Su mentor, el expresidente Álvaro Uribe, líder de esa formación, figura hiperpresente en la vida del país desde hace dos décadas, aconsejó al mandatario, desde su cuenta de Twitter, incrementar el número de policías y antidisturbios en Cali y para detener «La horda de bandidos que han invadido la ciudad».

En esa retórica no hay lugar para la negociación con los manifestantes. Duque, por un lado, se mostró firme en condenar los disturbios y en su intención de desplegar más fuerza en los lugares ocupados por los manifestantes. Por supuesto, nunca se ha hecho referencia explícita y directa a la muerte de jóvenes a manos de la policía27, que pueden llegar a 38, según HRW, que estudia los casos. Las organizaciones humanitarias también denuncian la desaparición de decenas de personas. Por otro lado, mostró una predisposición al diálogo que no tuvo durante la primera semana.

Duque se está moviendo en este acto de equilibrio para tratar de desactivar protestas ampliamente dispersas que involucran a muchos actores y factores que han paralizado casi por completo a una nación. Los historiadores los consideran los más importantes de los últimos setenta años. Condensar las soluciones a todo este descontento en un solo diálogo, en busca de un remedio, aunque sea temporal, puede llevar tiempo. Y el presidente Duque no tiene suficiente.

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