Los invisibles de la crisis migratoria en Ceuta | España

Los invisibles de la crisis migratoria en Ceuta |  España
Menores en los refugios Piniers de Ceuta, el 20 de mayo.
Menores en los refugios Piniers de Ceuta, el 20 de mayo.Joaquín Sánchez

En las rutas migratorias el perfil dominante es el del hombre adulto. En el otro extremo de las estadísticas están las niñas. Los que llegaron a Ceuta en la crisis fronteriza de la que este día 17 se cumplen tres meses no han llegado al centenar, según fuentes consultadas en el gobierno local y organizaciones humanitarias. Por tanto, representa menos del 1% de los aproximadamente 10.000 marroquíes que han entrado ilegalmente en la ciudad autónoma.

Algunas de las personas que han tenido contacto con ellos y que conocen sus perfiles y motivos para dejar sus lugares de origen no dudan en señalar que son el eslabón más débil, vulnerable e invisible de la cadena migratoria. Ninguno de ellos ha sido devuelto a su país entre los grupos de menores que el Ministerio del Interior ha repatriado en los últimos días a través de la frontera de Tarajal, pero su situación es especialmente preocupante.

La organización Save The Children entrevistó individualmente a 85 niñas menores de edad que llegaron a Ceuta entre el 17 y el 18 de mayo. Algunos han expresado su deseo de solicitar asilo. Zineb Emrane, el coordinador de esta ONG en Melilla, que estuvo en Ceuta desde mayo hasta la semana pasada, es una de las tres personas que realizaron las entrevistas y conoce bien los perfiles de los menores.

Detalla que alrededor del 4% son casos de personas LGTBI que experimentan violencia dentro o fuera de su entorno familiar; otros escapan de la explotación laboral como el servicio doméstico (conocido como “petites bonnes” o “pequeñas ayudantes” en francés); también de redes de explotación sexual o en el ámbito familiar, así como de matrimonios forzados. También hay dos casos muy raros, agrega Emrane, de niñas que vinieron de su país viviendo en la calle y otras que son hijas no reconocidas por sus padres y que tienen dificultades para acceder al sistema de salud o educación.

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En las calles de Ceuta es muy fácil toparse con menores extranjeros no acompañados, pero no con chicas. Ni siquiera en estos días en que muchos huyen de los refugios de emergencia en los que se encuentran para evitar ser repatriados. «Son más vulnerables porque tienen menos probabilidades de estar en un entorno violento y hostil como la carretera y los viajes», explica la antropóloga Mercedes Jiménez. Estas dificultades explican, por ejemplo, que les sea más difícil escapar de los centros, como están haciendo los niños en esos días, «porque tienen menos formación».

«No hay niñas en la calle y si se escapan de los centros las veríamos», confirma Joana Millán, de la ONG Maakum, que trabaja con menores en Ceuta desde 2018 aunque, a diferencia de Save The Children y Unicef , ella no tiene acceso, una vez que están bajo la tutela de las autoridades. Dice que en los últimos meses solo han tenido contacto con dos chicas de la calle y que ya han regresado a Marruecos. “El camino migratorio de las niñas siempre ha sido diferente. Muchos vinieron a Ceuta cuando eran adolescentes para servir en los hogares, pero todo cambió cuando se cerró la frontera el año pasado debido a la pandemia «, explica Millán. Eso no impidió que un número difícil de evaluar explotara esos contactos con familiares. o conocidos en Ceuta.

La estructura de recursos donde residen los menores extranjeros no acompañados en Ceuta está formada por siete centros: seis son para niños y el resto para niñas. Entre los primeros se encuentran el polideportivo Santa Amelia (donde los menores parten estos días para repatriación), el centro La Esperanza (donde se concentran los más vulnerables) y el campo Piniers, dividido en cuatro tramos de módulos prefabricados. Todos están comisariados por la Fundación Samu. El centro de niñas tiene tres chalés que están a cargo de una organización diferente y cuya ubicación prefieren no ser revelada.

Mercedes Jiménez explica la mayor invisibilidad que tradicionalmente ha rodeado el proceso migratorio de niñas en comparación con los niños. Cruzaron la frontera más protegidos por redes familiares, escondidos en el maletero de un auto o incluso con el pasaporte de un primo o alguien que se les parezca físicamente. Pero descubrió que, sobre todo desde 2018, cada vez son más las niñas que viajan en barco, dice esta investigadora, con dos décadas de experiencia con menores en Marruecos.

“Más familias optan por pagar el viaje, sobre todo adolescentes del interior del país” para llegar al otro lado de la frontera gracias a las redes, dice Jiménez. También hay varios factores para explicar los motivos del viaje de las chicas. En sus entrevistas, señala la antropóloga, hablan de un deseo de libertad, o que son hijas de madres solteras -en algunos casos prostitutas- que invierten su dinero para enviar a sus hijas al exterior. También son niñas de zonas rurales que sus familias envían a emigrar para salvarlas de la precariedad en la que viven.

«Las niñas siempre han existido, pero ahora las superan en número», dice. A esto hay que añadir el peso del «tabú» que implica, y más en una sociedad como la marroquí, hablando, por ejemplo, de redes sexuales. “El pudor bajo esta máscara moral impide el reconocimiento de la alta tasa, por ejemplo, de matrimonios entre menores que los jueces están autorizando en Marruecos a pesar de la Mudawana”, el código de familia aprobado hace 18 años y que sigue siendo de difícil aplicación.

Por Agustín Oquendo

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