Hace poco más de un año, Netflix desveló algunos misteriosos datos sobre su audiencia. La plataforma había detectado que un mismo usuario había visto la película ‘Piratas del Caribe’ una vez al día durante los 365 días del año. Alguien más, en cambio, había visionado la película de animación ‘Bee Movie’ unas 357 veces en un periodo similar. En ambos casos, a pesar de mantener oculta la identidad de los sujetos, en las redes se especuló con la posibilidad de que detrás de esos misteriosos casos de ‘adicción’ a la misma historia hubiera un niño o una niña. De hecho, no es nada raro que los más pequeños pidan ver la misma serie o película una y otra vez, en bucle, como si de un ritual se tratara. ¿Pero a qué se debe este fenómeno?
Los expertos apuntan a dos principales argumentos para este tipo de rutinas. El aprendizaje, por un lado, y los mecanismos de recompensa de recompensa y placer del cerebro asociados con esta experiencia, por el otro. En ambos casos, la razón estaría en la manera en que el cerebro de los más pequeños interpreta y procesa la información que está recibiendo al ver la misma animación.
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El ritual de la repetición
«Los niños son curiosos, se sorprenden con facilidad y aprenden, principalmente, por repetición. Cuando ven una película o escuchan un cuento por primera vez, se sorprenden y disfrutan de la novedad, de lo inesperado. Posteriormente quieren volver a experimentar el mismo y piden volver a visionar aquella película que les ha gustado tanto», explica Eduard Vallès i Majoral, doctor en Psicología, especializado en neuropsicología y profesor asociado de la Universitat de Girona (UdG).
En este sentido, Majoral explica que el cerebro de los niños necesita rutinas y patrones repetitivos para ir asimilando y comprendiendo el mundo que los rodea. El hecho de reiterar en el visionado de la misma película, por lo tanto, les ayudaría a reconocer lo que ven, descubrir detalles nuevos y comprender mejor el argumento de la historia.
«Cada vez que los niños vuelven a ver la misma película, aprenden a anticipar acontecimientos, adquieren nuevas palabras, incrementan conocimientos, comprenden mejor y disfrutan de lo que ven y de la seguridad que les produce saber cada vez con más precisión lo que sucede y sucederá en la historia que están viendo», argumenta el experto en neuropsicología. De la misma manera, «a medida que los pequeños saben más cosas de la película, el hecho de poder verificar sus expectativas de lo que pasará los hace sentir competentes, les da seguridad, refuerza lo que saben y, además, experimentan placer y bienestar», añade.
Todo este proceso, además, se vería intensificado en el caso de las películas de dibujos animados (o animación) en las que la música alegre y los colores vivos consiguen captar mucho más la atención de los más pequeños. De ahí que los niños puedan ver películas como ‘Shrek’, ‘Toy Story’, ‘Frozen’, ‘Madagascar’, ‘Ratatouille’ o ‘Buscando a Nemo’ decenas de veces, incluso llegando al extremo de aprenderse los diálogos de memoria.
El placer de la recompensa
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«La motivación para repetir un comportamiento también tiene mucho que ver con la integración de aspectos sensoriales, cognitivos y emocionales con los mecanismos intrínsecos de placer y recompensa«, argumenta Jordi Costa Faidella, profesor en la Universitat de Barcelona e investigador en el Instituto de Neurociencias (UBNeuro). «Investigaciones en el campo de la neurociencia y la música (si se me permite el paralelismo, en este punto especulativo, entre ver una película y escuchar música) han demostrado que un componente crucial en la activación de los mecanismos de recompensa es la sensación de anticipación, sobretodo de anticipación de eventos gratificantes», añade.
Faidella explica que cuando volvemos a escuchar una canción conocida, un comportamiento también habitual entre los adultos, vivimos la experiencia sabiendo cuáles son los momentos cumbre que nos hacen disfrutar más. «La anticipación de esos momentos provoca la liberación de dopamina, que es un neurotransmisor implicado en la señalización de recompensa y en la respuesta de placer a la música. Los mecanismos cerebrales que dependen de la dopamina modulan el aprendizaje, y la sensibilidad individual a la recompensa parece alterar el éxito de este aprendizaje», argumenta el neurocientífico.
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