mayo 30, 2023

Protestas: Colombia enfrenta el peor momento de la pandemia en medio de disturbios sociales | Internacional

Protestas: Colombia enfrenta el peor momento de la pandemia en medio de disturbios sociales |  Internacional
Un grupo de manifestantes en Cali participa en una protesta contra el gobierno de Iván Duque el 30 de abril de 2021.LUIS ROBAYO / AFP

Hace apenas unos días, Colombia superó el medio millar de muertes diarias por primera y única vez durante la pandemia.

Esta tercera ola tomó por sorpresa al país, al igual que el estallido de protestas que abrieron con el paro nacional el pasado miércoles para muchos (no otros). Los ciudadanos acudieron a él con (y en gran medida también desde) una tasa de pobreza relativa que terminó 2020 en 42% según el Departamento Nacional de Estadísticas, datos no vistos desde 2012.

La cifra fue mayor en las ciudades, que en realidad explicaron casi todo este aumento. La epidemia, como fenómeno inevitablemente urbano tanto en el contagio como en las medidas implementadas para contenerlo, ha producido tres millones de nuevos pobres en Colombia según informes del DANE. 1,1 millones en Bogotá.

Una mirada a los muertos revela que, de hecho, las grandes ciudades colombianas han «desplazado» los picos: primero las caribeñas Barranquilla (junto con su vecina solitaria) y Cartagena; entonces entraría la capital; y desde allí Medellín buscaría un crecimiento más sostenido durante el tercer trimestre de 2020.

Medellín también sería la primera en estallar en este tercer pico, junto con un rebrote en Barranquilla que sorprendió a quienes creían que la prevalencia del virus durante el año anterior sería una barrera inmunológica suficiente, que llegó al 60% según estudios basados ​​en muestras representativas de pruebas de anticuerpos realizadas por la autoridad epidemiológica nacional.

No por varias razones, todas relacionadas con el hecho de que la inmunidad no es un valor absoluto sino relativo. En este caso, hay al menos dos cosas: en primer lugar, la distribución de los casos pasados ​​no tenía que ser territorialmente homogénea. Si se concentraron en determinados barrios, en determinadas familias o zonas dentro de cada ciudad, significa que el virus tuvo suficiente para entrar en estos potenciales espacios de contagio. A esto hay que agregar un segundo factor crucial: en este año pandémico, le hemos dado al virus tiempo y espacio en el mundo para mutar y mejorar su capacidad de evadir la inmunidad adquirida por infecciones pasadas. No del todo, pero sí lo suficiente. Por ejemplo: se estima que estas defensas sirven solo 54% -78% contra la variante conocida como P1, de origen brasileño. Algo parecido ocurre con el que se originó en Reino Unido. Ambos con una presencia probada en Colombia, es más que probable que hayan jugado un papel clave en la inusual velocidad ganada por este nuevo pico.

Cabe recordar que los efectos de las protestas aún no aparecen en los datos, debido al doble retraso entre la fecha de la infección y el inicio de los síntomas, y entre este y la confirmación de la infección en los datos oficiales.

La vacunación aumenta, pero falta

La única herramienta universal que el mundo ha encontrado contra el virus es la vacunación. En Colombia lleva funcionando desde mediados de febrero, pero su crecimiento ha sido lento en comparación con Argentina, Brasil o México.

El principal cuello de botella de esta curva de rápido crecimiento es la llegada de dosis a Colombia, obstaculizada por la oferta y la demanda limitadas que llega a toda la población mundial. Para superar esta restricción, el gobierno colombiano sumó a los acuerdos anunciados en diciembre y enero una compra de emergencia de varios millones de dosis a la farmacéutica Sinovac, llegando entre marzo y abril. Con esto se esperaba llegar a las 200.000 dosis sostenidas administradas diariamente, el ritmo necesario para la meta que se había marcado el gobierno: el 70% de la población vacunada para fin de año.

Pero Sinovac retrasó los partos, posponiendo los aumentos esperados (y dando lugar a la segunda dosis necesaria para muchas personas mayores de 70 años que deben reprogramarse). Por tanto, aunque la tendencia es alcista, y se han realizado varios días con cifras por encima de las 150.000, la meta antes mencionada de superar las 200.000 solo se ha conseguido en contadas ocasiones.

Como no se abre el cuello de botella de la oferta global, las autoridades colombianas han optado por flexibilizar el orden que habían establecido para la administración de vacunas: por ejemplo, al incluir a todas las personas de 50 a 59 años en la siguiente fase, que en principio solo consideraba a las personas con comorbilidades y determinados perfiles ocupacionales. Además, el Ministerio de Sanidad sigue de hecho una política de superposición de fases: ha activado las primeras dosis de los menores de 65 años cuando aún quedan por aplicar las segundas dosis de los ancianos (pero asegurándose de que las ampollas necesarias para ello sean confidenciales). ); y la fase venidera comenzará antes de que las personas entre 60 y 65 años estén completamente vacunadas.

Esta decisión tiene como objetivo priorizar la eficiencia sobre otras consideraciones, como la equidad. El impacto territorial de la vacunación por parte de las instituciones también indica cómo las desigualdades en el acceso a la salud se insinúan en la implementación del Plan.

Los territorios tradicionalmente peor atendidos por el estado están rezagados en las tasas de vacunación. La excepción del área amazónica se debe a una estrategia de contención contra la penetración del virus de Brasil, un país fronterizo que pasó su peor pico unas semanas antes que Colombia. Pero fuera de eso, áreas como la ciudad portuaria de Buenaventura tienen una cobertura que representa solo una quinta parte de la Barranquilla del Caribe, con un sistema de salud más robusto.

Una reforma sanitaria pendiente es de hecho otro tema controvertido en las movilizaciones en curso. Más allá de los detalles de esta regulación, que es bastante ambiciosa, el problema de fondo es que el 95% de la cobertura de salud que disfruta en papel la población colombiana no se traduce en un acceso igualitario para toda la población. Por tanto, si bien la protesta puede abordarse con argumentos más o menos afines a la reforma, su base más plausible es una demanda de nivelación territorial y entre las personas de un acceso efectivo a la salud.

Aquí, como en otros individuos que rondan el descontento, el problema parece ser un desarrollo más efectivo y sobre todo equitativo de las capacidades estatales que los grandes anuncios o cambios regulatorios.

Mientras tanto, avanza la tercera ola junto con una vacunación que, como en otros países, parece funcionar. Al menos esto es lo que sugiere de manera preliminar la evolución menos pronunciada de las defunciones en el segmento de población mejor cubierto: los de 80 y más años. Sus antecesores inmediatos, los del 70 al 79, aún siguen el mismo ritmo, sumando otra tragedia a un país que, últimamente, los ha acumulado.

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