Red social: política pornográfica ‘contra’ política erótica | Opinión

Red social: política pornográfica ‘contra’ política erótica |  Opinión
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Logotipo de Twitter.Twitter / Unplash

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Este verano está lleno de noticias que trascienden la política nacional, tan menospreciada en sus conflictos habituales. La dimensión de problemas como la lucha contra la pandemia, el cambio climático, las convulsiones geopolíticas, el miedo a las grandes migraciones o las amenazas a la democracia hacen «nuestra», lo que retóricamente tendemos a destrozar cada día, queda como mero cambio político. Esto no significa que la política nacional no sea importante. Todo lo contrario. Debemos discutir cómo abordar todas estas amenazas desde nuestro ámbito de acción política, buscar formas de defendernos de ellas o unirnos a las iniciativas de quienes comparten nuestras circunstancias y valores.

Sin embargo, a pesar de la ola de calor y las vacaciones de los políticos se notan, basta con mirar las redes sociales para ver que continúan las ya extenuantes querellas familiares. No importa cuán serios o intensos sean los problemas que vienen de afuera, siempre tienden a ser eclipsados ​​por nuestra terquedad en continuar enfocándonos en nuestras guerras parroquiales. Más que intentar solucionar los problemas antes mencionados, es importante buscar a los culpables, para disfrutar del desollado mutuo. La lucha contra el oponente político siempre parece primar sobre la exploración de posibles soluciones. La negatividad gana a la creatividad.

Por supuesto, este estado de cosas se deriva de la polarización, pero no es un fin en sí mismo, quizás se deba a un cambio sustancial en la forma en que tendemos a ver la política en la democracia digital. Bret Stephens, uno de los comentaristas políticos más agudos del New York Times, la presenta como sujeta a un proceso continuo de «pornificación». Espera, porque su definición no tiene precio: «La reducción de la política a una especie de gruñido espasmódico y obsceno al servicio de la complacencia erógena narcisista». Traducido, significa que las redes sociales -Stephens habla de Twitter en particular- tienden a facilitar una visión pornográfica del político: “revela, pero distorsiona; excita, pero aburre; degrada a sus usuarios y es… bueno, eyaculatorio ”. El placer de usarlo radica en que nos permite presenciar el chiste y la humillación de los demás y nos facilita sacar a relucir nuestras emociones primarias, rendirnos a deseos no reconocidos, prejuicios raciales y todo tipo de fantasías secretas. «Si la pornografía se trata del cuerpo desnudo que gime, Twitter se trata del cerebro desnudo que gime».

Todos sabemos que esta red social también es otra cosa. De lo contrario, no colgaría esta columna en él. Pero el síndrome de la pornografía sirve como un tipo ideal de forma de hacer política que explica en parte por lo que estábamos pasando al principio, ese placer de unirnos a la manada a la que nos sentimos apegados. Lo malo es que la pornografía está reñida con Eros, con la grandeza de reconocer al otro en su alteridad, no como un mero instrumento de placer voyerista o mera mercancía. Traducirlo a la política equivaldría a intentar recuperar lo que el propio Stephens alude, «una especie de reciprocidad, que fue consensual, creativa, divertida, generosa, intensa y, en ocasiones, fructífera». Quiero decir, erótico.

By Agustín Oquendo

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